Los inmortales

Un caluroso día del verano de 1969, el pequeño Daniel, un niño judío de once años, fascinado por cuanto se decía de una enigmática mujer que había llegado a Nueva York y era capaz de predecir la fecha de la muerte de cada persona, convence a sus tres hermanos, Varya, de trece años, Klara de nueve y Simon de siete para visitar a esa singular pitonisa y comprobar si en realidad era tan capaz de predecirles el futuro como se decía. Lo que comenzó como una aventura de verano terminará con el más absoluto silencio sobre lo que les auguró en privado la pitonisa. Y mientras algunos olvidaron aquella visita casi de manera inmediata, otros seguirán dándole vueltas en su cabeza muchos años después , exprimiendo al máximo sus días porque puede que no sean demasiados los que le queden por delante. Cuando la muerte del primero de ellos coincida con el vaticinio, las vidas de todos cambiarán para siempre. También su relación.

Tras un prólogo que nos deja con la miel en los labios y un salto en el tiempo de unos diez años, Los inmortales es una de esas novela donde lo interesante es escarbar en las vidas de los personajes: su carácter, sus sueños, sus diferentes proyectos... Y de manera paulatina, iremos conociendo a cada uno de los hermanos Gold a través de las cuatro partes en que se estructura la novela. No todos tendrán un largo recorrido vital, como tampoco todas las historias me han resultado igual de interesantes en esta novela por la que nos va moviendo un narrador omnisciente, y que a pesar de estar encuadrada como thriller me ha llevado por un camino muy diferente al que imaginaba, adentrándose en temas mucho más serios que invitan a la reflexión.

Con un ritmo que en mi caso ha variado en función del interés que despertaba en mi la vida de cada uno de los protagonistas y los temas que se tocaban en ellas, Los inmortales nos habla de creencias, de sueños, de la muerte y de cómo el conocimiento de hechos futuros afecta a cada individuo, condicionando su toma de decisiones y la forma de entender la vida. Especialmente emotiva me ha parecido una de las partes de esta novela que nos traslada hasta San Francisco en los años ochenta para vivir todo el horror que trajo consigo el SIDA, un virus que se extendió como la pólvora dejando tras de sí un reguero de muerte y confusión entre cierto sector de la población que atónita e impotente asistía al imparable deterioro y pérdida de sus seres queridos. También habrá lugar en ella para conocer el mundo de la magia, del espectáculo, la medicina o la biología, caminos tan diferentes como los elegidos por estos cuatro hermanos que con una misma cuna tuvieron vidas tan diferentes.

Los inmortales ha resultado ser una de esas historias en las que te adentras esperando encontrar una lectura ligera y sin más complicaciones y que sin embargo explora temas existenciales mucho más complejos de los que a priori pudiera parecer.
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