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Crítica de GemaMG


GemaMG
29 December 2020
Lo cierto es que no soy mucho de retos lectores, más que nada porque al final, por una razón u otra acabo no cumpliéndolos. Suele ocurrir que me acabo sumergiendo en las miles de novedades y en los que voy arrastrando en mi lista de pendientes y también, porque no, que a veces no me cuadra el reto propuesto con lo que realmente me apetece leer.
El caso, es que entre mis propósitos lectores de este 2020 sí tenía apuntado y con mayúsculas leer a Galdós en el centenario de su muerte y al filo del fin de año me he acercado a Doña Perfecta, una novela que, además, el autor adaptó a una obra de teatro en cuatro actos y que se estreno en el Teatro Español de Madrid el 28 de enero de 1896, 20 años después de su publicación.
Doña Perfecta es, básicamente una novela rural, una novela que confronta la modernidad de las grandes ciudades, a través del personaje de Pepe Rey, con el atraso de la vida rural a través de los ojos de Doña Perfecta.
El autor, confronta, así mismo, la celeridad y las guerras soterradas y no tanto, de las capitales, con la paz y la tranquilidad que se respira en los pequeños núcleos de población. Pero, emulando al autor con un refrán castellano, de los que tanto abundan en esta historia, he de decir que “Pueblo pequeño, infierno grande”, máxime si este cuenta con una cacique más moral que material, a la que todos adoran por su amabilidad y su gesto bondadoso y tranquilo. Una mujer que reúne en su casa a lo más granado de las fuerzas vivas del municipio y que, con sus maneras, es capaz de llevarlos a su terreno para conseguir sus objetivos. Sean estos los que sean.
El caso es que a este pequeño pueblo llega Pepe Rey, un ingeniero reputado de la capital, con el propósito de casarse con una prima suya (hija de Doña Perfecta) a la que no conoce. Obviamente, esta unión no ha sido idea suya, sino de su padre, acorde con su propia tía, en una de esas costumbres de concertar matrimonios aun muy habituales a finales de siglo XIX.
Pepe Rey llega al pueblo casi como un héroe, pero debido a sus costumbres capitalinas consigue ofender las ideas más sagradas de los habitantes del pueblo, su religiosidad y el rango abolengo en que se creen sus gentes y eso llevará a que a su estancia en Orbajosa se la pueda denominar de cualquier forma, excepto pacífica y tranquila. Una estancia en la que la algarabía con que los pobladores de este municipio reciben al ingeniero se va convirtiendo, poco a poco, en miles de frentes en que este se ve atacado de forma más o menos velada por todos y cada uno de los habitantes orbajenses. Pero el amor todo lo puede y José Rey, enamorado de su prima, es capaz de aguantar carros y carretas con tal de poder cumplir el objetivo marcado por su padre y que convierte en propio en el momento en que sus ojos se cruzan con los de Rosario.
Para conseguir su propósito e intentar paliar el acoso al que está siendo sometido, Pepe Rey busca el concurso de las tropas que aparecen en Orbajosa decididas a acabar con las partidas carlistas y claro, es peor el remedio que la enfermedad, pues se encuentra de nuevo derivando hacia todo lo el pueblo aborrece: el gobierno central como enemigo a batir y las tropas, látigo que este utiliza para someterlos, como elementos subversivos a derribar. Las ideas vuelven a confrontarse y los “pueblerinos” acreedores en su mente de valentía sin igual y gran pureza y virtud a los ojos de Dios, no pueden permitir su sometimiento a las ideas liberales de ninguna de las maneras.
Porque si además de lo dicho, algo predomina en la novela, es el uso torticero de la religión que sirve a los protagonistas para justificar cualquiera de sus acciones, por ruines que estas puedan llegar a ser a los ojos de los hombres.
La novela se lee en un suspiro, no solo porque no sea especialmente extensa, ya que ronda las 200 páginas, sino porque la trama te empuja a volar, a querer saber si Pepe Rey, un hombre de ciudad, se acostumbrará en algún momento a los tejemanejes de “unos pobres aldeanos” y si será capaz de llevar a término el objetivo que le llevó a aquellas tierras y conseguirá convertirse en sobrino-yerno de nuestra protagonista, de Doña Perfecta.
Los personajes son tremendamente prototípicos de la época, descritos de forma minuciosa y solemne por el autor, tanto por lo que nos cuenta de cada uno de ellos como por las acciones que estos llevan a cabo a lo largo de la novela y en las que el autor profundiza prolijamente.
La forma de escribir del autor es, simplemente magnífica, su prosa está plagada de refranes y vulgarismos que conjuga con absoluta facilidad con profundas reflexiones intelectuales, religiosas y sociales y todo ello regado con una tremenda pátina de ironía.
Hasta hoy mi conocimiento de la obra de Galdós se reducía a los extractos, sobretodo de los episodios nacionales, que nos hacían leer en el colegio, y a los recuerdos de la serie “Fortunata y Jacinta” que de niña vi en la televisión y que recuerdo vagamente. Cuanto me he perdido… os aseguro que, a partir de este momento, uno de mis retos será intentar ponerme al día con la producción de este autor del que estoy deseando seguir descubriendo radiografías de una sociedad que me resulta extraña y conociendo a los personajes que la poblaron y que, seguro, me resultarán tan fascinantes como los que he encontrado entre las páginas de esta historia.
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