Te aseguro que la amo con mis cuatro sentidos y no me hace falta el quinto. En todo caso, nuestro quinto sentido es el buen humor. ¿Qué más queremos? Después de todo, mis manos no son ciegas. La conocen bien.
|
Te aseguro que la amo con mis cuatro sentidos y no me hace falta el quinto. En todo caso, nuestro quinto sentido es el buen humor. ¿Qué más queremos? Después de todo, mis manos no son ciegas. La conocen bien.
|
De modo que cuando volví a ella y le narré asimismo cuánto había pesado Rita en mis vacilaciones y le dije que me quedaba definitivamente con ella, el hecho de que eligiéramos, ella a mi, yo a ella, cada uno a solas y en libertad, significó un pacto espontáneo, sin papeles ni testigos y cuando por fin nos abrazamos, por primera vez más acá y más allá del tango que nos había juntado, sabíamos que esto iba a ser perdurable, es decir todo lo perdurable que dure lo transitorio
|
“La beso, a ella la beso, y no soy hipócrita. La beso como podría morderla, y a veces la muerdo, o comérmela y masticarla y digerirla. Porque hay una desesperada necesidad, casi diría una obligación, de marcar al otro, a la otra, aunque sea con los dientes, y aunque alguno de estos sea postizo. Dejar una marca propia es cosa de vida o muerte, o de muerte solamente, porque la intención subterránea es pasar la muerte, es seguir existiendo después del fin. Y a esos efectos tanto sirve la existencia de un hijo como la de una cicatriz. Después de todo, también el hijo es una cicatriz. Buena definición para proponer a la Academia. Hijo: cicatriz de amor.”