Pensé que había muchas cosas curiosas en sus ojos, pero que no sabría definir ninguna de ellas. Quizá para las cosas más hermosas de la vida no existen palabras.
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Pensé que había muchas cosas curiosas en sus ojos, pero que no sabría definir ninguna de ellas. Quizá para las cosas más hermosas de la vida no existen palabras.
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Me di cuenta de cuál era el motivo por el que me estaba abriendo con un desconocido, por qué de pronto podía hablar de lo que me había pasado y me resultaba más fácil expresarme: me estaban prestando atención. A mí. A mis emociones, a lo que me había pasado, al porqué de las cosas que había hecho o que decía.
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Dos pares de ojos tristes que se reconocen. ¿Te acuerdas? Los dos estamos tristes y los dos sabemos dar buenos consejos. Es posible que no sepamos encauzar nuestra vida, pero quizá podamos hacer algo por la del otro.
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Me dijo que se me leía en los ojos que estaba triste y que él también lo estaba. Mencionó algo sobre que las personas tristes se necesitan entre ellas para sentirse comprendidas.
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Vete por ti y por todas las cosas que ni siquiera sabes que te apetece hacer porque nunca tienes tiempo de hacerlas. Vete por la parte de ti que está triste y por la que va a ser feliz.
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Nos dimos un abrazo con la mirada. Hay personas a las que solo les hace falta mirarte para estrecharte entre sus brazos.
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¿Qué costaba escribir un mensaje? Uno. Uno escueto. (…)Una pizca de esperanza, algo a lo que agarrarse, un rescoldo de paz o una señal que indicara que el camino no terminaba allí, que había un sendero que llevaría al destino. Aunque, a esas alturas, ya pensaba que hasta lo contrario conseguiría aliviarme: si al menos supiera a qué atenerme…
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No supe qué decirle por muchas razones. La principal era que yo pensaba que mis ojos no contaban nada…, nada de nada y, en el caso de que lo hicieran, jamás imaginé que fueran a decir la palabra «pena». Me sentí avergonzada y quise huir, pero al menos esta vez no lo hice corriendo…
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Este es mi número. No me gusta mucho hablar por teléfono, pero escríbeme si necesitas charlar sobre lo de tus ojos, que también hablan, ¿sabes? Y…, bueno, la gente que está triste necesita gente que aún lo está más para entenderse.
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—Ponte gafas de sol si no quieres que lo veamos, guapito, que esos dos ojos hablan a gritos.
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Manolito ...