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Elísabet no es una de mis autoras favoritas, y sin embargo, este es el décimo libro suyo que leo. ¿Cómo puede ser? Quizá porque me enamoró con Universo Silvia y sigo buscando lo mismo en cada una de sus novelas. Quizá por su fantástica manera de crear personajes, tan reales, tan creíbles. Quizá porque admiro su capacidad para emocionar. Esta novela no forma parte de una saga, como viene siendo habitual con esta autora. Fue uno de los motivos que me impulsó a darle una oportunidad. Lo cogí con ganas, pero reconozco que me costó mucho engancharme a la historia. Cuando lo hice fue por Alejandro, que me encantó casi hasta el final, porque la protagonista femenina, Maggie, me pareció muy petarda. En general, el estilo de la autora me ha parecido más maduro en este libro, aunque sigue viendo cosas que no me gustan. Como esos “momentos Beta Coqueta” que me sobran totalmente, en que los personajes se ponen a hablar de ropa. En este libro también hay uno, unos cuantos párrafos con más firmas por metro cuadrado que una revista de moda. Otro detalle que no me ha convencido es el hecho de que prácticamente toda la historia está contada desde el punto de vista de ella, salvo dos o tres capítulos que están narrados por él. Este tipo de cosas me parecen en cierto modo una trampa. Si vas a utilizar dos narradores hazlo, pero no me cueles un cambio cuando te venga bien. En torno a la mitad del libro la historia se vuelve muy obvia y le sobran muchas páginas. Por otro lado, encuentro muchas cosas a las que la autora nos tiene acostumbrados que me encantan; las descripciones tiernas y naturales; las emociones a flor de piel; y unos diálogos muy divertidos, que aportan dinamismo a la narración. También hay un guiño (marca de la casa) a Hugo y Nico, de Mi elección. Aunque la historia está muy centrada en los protagonistas, hay un personaje secundario genial; Mercedes, la abuela que todo querríamos tener, que funciona como guía de la protagonista. Me ha parecido más más romántico que erótico, en eso se parece a Universo Silvia. Pero Alejandro no es Gabriel. Y no puedo negar que ha habido ratos en los que he disfrutado leyendo, pero me quedo con una sensación general de ni fú, ni fá. |
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