Ella no tenía ni idea. Pero, joder..., tenía unas alas inmensas que, como no sabía que existían, nunca había extendido ni experimentado qué se siente con ellas. Me pregunté si abarcarían el mundo.
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Ella no tenía ni idea. Pero, joder..., tenía unas alas inmensas que, como no sabía que existían, nunca había extendido ni experimentado qué se siente con ellas. Me pregunté si abarcarían el mundo.
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A las llamas nos lanzaríamos, a pecho descubierto, por el puro placer de vivir.
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Los sonidos pueden tener colores, ¿sabes? Y temperatura. Y sabor. Y tacto. Más allá de la sinestesia, cuando estás con la persona adecuada, las risas colisionan contra todos los sentidos.
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Mikel olía a caro. Olía como huelen las tiendas de lujo, la habitación del mejor hotel que puedas pagar, unas vacaciones en Menorca, un ramo de flores obscenamente enorme..., como huele un hombre inalcanzable. Rico..., muy rico. Y no hablo de dinero, sino de sabor. |
No sé si creo en la felicidad, en la felicidad plena, inconsciente y sin limites, a la que nos enseñan a aspirar. Pero sí creo en la infelicidad como algo humanamente muy sencillo de conseguir, solo necesitas querer contentar a todo el mundo. Y ahí lo tienes: infeliz de por vida.
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-Oye... -Bloqueé la pantalla y la miré-. ¿Cómo se llama eso de acosar a alguien por redes sociales? -¿Te refieres a stalkear? -Eso. -Eso no es acosar. Es el patio de vecinas de toda la vida, pero sin necesidad de fingir que estás tendiendo la ropa. |
Entre todas esas personas […] absolutamente ninguna tiene ni idea de lo que supone para un artista quedarse en blanco. No es miedo por si se desvanece la gloria. No es miedo por no tener dónde caerte muerto en diez años. Es el alma, que se te encoge, como lo hace el papel al ser quemado, hasta quedar convertida en una fina capa de polvo oscuro que te recubre constantemente el semblante.
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Las palabras, en ocasiones, son el sabor salado en la lengua, el recuerdo de un verano en el que llovió demasiado, la marca que dejó una quemadura del horno en la mano izquierda y el latigazo de dolor que lo provocó. Pueden ser alivio, pueden ser rencor, pueden ser cariño, pueden ser promesa, pueden ser pasado, pueden ser necesarias o molestar…, pero pocas veces tienes la suerte de toparte con unas cuantas que sean físicas. Que se proyecten en el techo mientras rezas por no gemir de impaciencia. Que se tocan, que saben, que huelen, que acarician. |
¿Te has preguntado quién querrías ser si pudieras reformularte desde los cimientos? Si pudieras intercambiar aquello que te hace ser tú con cosas que nunca te atreverías a ser, pero que te atraen. Si pudieras jugar a encontrarle los límites a los «tú» que no ejerces a tiempo completo. Pues… sorpresa: hazlo. Es muy divertido. |
La vida debería medirse en la cantidad de veces que reímos. [...] No me había dado cuenta aún de que la vida con Catalina era jugar como nos merecemos hacerlo. |
¿Con qué frase empieza esta novela?