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Ensayo sociológico sobre los marginales. Antes que eso, manifiesto de una forma de hacer sociología que se llama a sí misma interaccionismo simbólico. La idea básica es que todo lo que ocurre en la sociedad debe ser entendido como una acción colectiva, una construcción dinámica de un conjunto de actores codificados de acuerdo a jerarquías institucionales o, dicho en crudo, de acuerdo al poder de cada actor. No hay hechos sociales -contra la izquierda, contra la derecha y contra el centro-. Lo que hay es siempre un emergente complejo de sentido simbólico. Una etiqueta gerenciada por el poder. Me parece que el método es pragmático, un neopositivismo en formato norteamericano. La organización de las interpretaciones -que no llegan a ser teorías dice todo el tiempo Becker- es, sin embargo, estructuralista. Se preocupa por hacer esquemas simétricos, clasificaciones, correspondencias, salvedades, que no quede celda en blanco. Por eso se percibe una tensión epistemológica que incomoda al mismo Becker. Filo-positivismo que tracciona hacia un lado. Filo-estructuralismo que tracciona hacia el otro lado. Aunque quizás sean vectores oblicuos. En una lectura más histórica se percibe un esfuerzo político y estético, una rebuscada Rettung der Aufklärung como dicen Horkheimer y Adorno en la Dialéctica de la Ilustración. Es una modernidad que se piensa a sí misma en su afirmación de la razón y la libertad. Crujen contradicciones por todos lados. Creo que esta lectura funciona como provocación para pensar la complejidad sociológica de la marginalidad. Sin embargo, parece un meñique de Foucault. También se detectan los sonidos de la época, la década de 1960, el espíritu hipster, el jazz, el pulso beatnik. Por eso es un libro altivo, pero a la vez triste.
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