Lo primero que sentí fue su lengua violando mi boca. Una espada rajando en dos mis labios. Esa voracidad líquida desconocida me sabía a miel de azahar. Esta atemorizada pero también envalentonada. Quería meterme entre sus labios; tocar con la punta de mi lengua ese fondo oscuro y acuoso lleno de palabras que no pronunciaba; beberme sus entrañas y que me bebiera hasta la última gota.
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