 |
Ayer escribía @blanca__lee sobre la agudeza que desarrollamos las personas que leemos "bastante" a la hora de elegir y acertar con nuestras lecturas. Cómo la práctica nos hace más conscientes de lo que nos va a encantar o lo que no. Este libro de Simone de Beauvoir ha sido uno de esos errores de cálculo. A finales de 2016 leí La mujer rota y me cautivó. Me destrozó, pero también me dejó un buen sabor de boca, no sé bien cómo hablar de lo que sentí. Sin dudarlo, fui recopilando todo lo que pude de la autora. Si todos sus relatos eran tan vivos como los que había leído, no podrían dejarme indiferente. Pues hace unos días leí Malentendido en Moscú, llena de ganas de reencontrarme con Simone, y según leía mi emoción se iba esfumando. No sé si he cambiado yo, o es que el texto no estaba a la altura de lo que yo buscaba, pero no he encontrado la intensidad ni la agitación que aquella vez me produjo. Simone de Beauvoir reflexiona, otra vez (este relato iba a ser incluido en La mujer rota en lugar de la edad de la discreción), sobre la vejez, la comunicación en la pareja y lo que supone ser mujer. Pero a mí me ha dejado casi fría. No sé hasta qué punto influyen las expectativas, o si tiene más que ver con un cambio de intereses cuando hace ya mucho tiempo que ese libro está en la pila de pendientes. |
>
