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Me gustaron mucho estos “poemas” y me llevé una sorpresa: no sabía que implicaban sentimentalmente al lector. Tampoco sabía que eran poemas más directos que los de Las flores del mal a la hora de hablar de problemas como la pobreza o la ambición, temas muy tratados en la literatura del siglo XIX. Más allá de las complicaciones habituales que presenta Baudelaire, son poemas más accesibles (en entendimiento) que los del libro que mencioné anteriormente. No se privan, eso sí, de las exaltaciones en el ánimo de la voz poética, los lamentos y las palabras oscuras. En muy pocas ocasiones Baudelaire parecería estar ofreciéndole al lector un ambiente cómodo y una anécdota común y corriente… y después lo convierte en una sórdida observación. “Los dones de las hadas” es uno de esos. Hay muchos que están relacionados con la ciudad y su gente, las miserias, la vida nocturna y podría seguir. Baudelaire impregna todo de melancolía (hasta aquello que parece menos melancólico) y la transmite de forma efectiva. Leer es parecido a estar espiando el recorrido o las vivencias de una persona que encuentra un punto que llama su atención y quiere/ tiene la necesidad de compartirlo. Sigo sin saber hablar de Baudelaire. No sé cuántos libros tendré que leer de él para no manejarme sólo con impresiones subjetivas y poder contar más de sus poemas, aunque creo que, como estos no son ni monótonos ni fríos, puede que hablar de mis sensaciones no sea desacertado. A fin de cuentas, es literatura. |
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