Atrapa a la liebre

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Llevo unas semanas sin ponerme frente a la hoja en blanco y eso, aunque no quiera, ha acabado pasando factura. Me encuentro con el corazón encogido intentando dar forma a todas esas notas que he ido escribiendo mientras leía. Me encuentro con el corazón encogido y con la mente totalmente en blanco. Las dudas me agolpan y no me veo capacitada para hablar de todo lo que he sentido. ¿Cómo explicar? ¿Cómo plasmar? ¿Cómo describir?

He hecho un viaje complejo, lleno de curvas, ascensos y descensos. Un viaje por carretera que me ha llevado a un viaje por la memoria y los recuerdos. He regresado a la infancia y adolescencia, a las primeras amistades y también romances, a la pérdida de la inocencia. He regresado a las raíces, a lo importantes que son y al arraigo que se tiene a ellas. Dolor, tristeza, melancolía. Recuerdos que pretendía olvidar pero que vuelven a la superficie y comprendo que están muy latentes, aún sin cicatrizar. He acompañado a las protagonistas en su viaje por carretera, en su viaje por sus vidas y he hecho un viaje por la mía. Sus vidas han acabado unidas a la mía por un hilo que casi no se percibe. Un hilo del que las tres vamos tirando y a medida que se va tensando desentierra recuerdos, anécdotas, sentimientos y sensaciones que ya no recordaba.

He hecho un viaje junto a dos mujeres a las que les he cogido mucho cariño. Dos mujeres en las que me he llegado a ver reflejada, a las que tan pronto comprendía como no conseguía hacerlo. Dos mujeres que me gustaría tener a mi lado para escucharles, abrazarles, secar sus lágrimas y darles mi cariño. Ha sido un viaje largo y agotador. Me sentía con los sentimientos a flor de piel cuando he llegado al FINAL. Ese final que me ha dejado perpleja, que me hizo reflexionar y tuve que leer varias veces. Tras hacerlo una sonrisa acudió a mi cara, el brillo iluminó mis ojos, cerré el libro y lo abracé con cariño. Un abrazo que me encantaría que traspasara las páginas y les llegara a Sara y Lejla.

He colocado el libro de nuevo en la estantería y un pedacito de mí se ha ido con él. Cada vez que paso por su lado siento un cosquilleo. Pasan los días y no puedo parar de pensar. ¿Son reales los recuerdos?
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