Nuestros políticos son, por lo general, unos ignorantes ávidos de poder y privilegios, que no están dispuestos a dejarse aconsejar ni a aprender de lo que ya pasó. A veces pienso que son como los adolescentes: convencidos de que no necesitan consejos ni experiencia de nadie, y mucho menos de las generaciones anteriores, seguros de que son más listos y más hábiles que sus antepasados y que ellos no caerán en los mismos errores, que ellos están en la cresta de la ola y seguirán allí por siempre, inmóviles, triunfantes, sin ver que las olas, por su misma naturaleza, están destinadas a romperse más pronto que tarde, arrastrando en su caída al pobre tonto que pensaba que aquella columna de agua era un pedestal de piedra en medio de un jardín.