Amores que matan

Muerte en Santa Rita fue una de mis mejores lecturas del año pasado. Elia Barceló supo crear un variopinto universo de personajes que compartían sus vidas en comunidad, en un idílico lugar: Santa Rita. Si nunca has estado allí, me vas a permitir que te describa sutilmente este paraíso en la tierra que comenzó siendo un elegante balneario de talasoterapia en el siglo XIX, se recicló posteriormente en sanatorio privado, luego en un hospital psiquiátrico femenino, y en la actualidad es la residencia de una nonagenaria escritora de novelas de misterio. Bien, pues evoca con tu imaginación un sitio lleno de encanto, entre cuyas paredes se ocultan múltiples secretos, situado entre palmeras y buganvillas, y envuelto en las embriagadoras fragancias de las mimosas, el jazmín, los geranios y la sal del Mediterráneo. Añádele un variopinto friso de personas conviviendo armónicamente. Todo eso y más es lo que puedes encontrar en Santa Rita, así que pasa y ponte cómodo, querido lector, que la plácida cotidianidad de este idílico lugar se verá truncada de nuevo con otro giro del destino en esta segunda entrega de lo que podría ser una trilogía.
Agosto de 2017. La acometida de unas obras en uno de los antiguos pabellones de Santa Rita saca a la luz un doble hallazgo: siete lienzos, algunos de ellos con una firma conocida, supuestamente de la escuela expresionista de El Jinete Azul, y una caja de pequeño tamaño con el esqueleto de un bebé que podría haber fallecido muchas décadas atrás. Todo se acaba complicando cuando el especialista suizo que debía autentificar las pinturas acaba siendo asesinado en el hotel donde se alojaba.
Los habitantes de esta comunidad transgeneracional tan bien avenida formada por matrimonios, estudiantes de universidad y jubilados, aún no se han acabado de recuperar del complicado caso que en primavera enturbió su plácida convivencia cuando en pleno verano se van a ver envueltos en otro misterio. Todo ello mientras una brutal canícula azota la zona y no da respiro, haciendo que la percepción del paso del tiempo sea dolorosamente lenta bajo el canto inclemente de las chicharras soliviantadas por el calor. Solo el frescor nocturno, punteado por el murmullo del agua de una fuente, permite cierto respiro bajo un cielo lleno de estrellas.
Con una prosa envolvente, desprovista de toda retórica, y una cadencia sosegada, será un narrador omnisciente el encargado de pasear al lector por los distintos escenarios mientras posiciona el foco de atención sobre cada uno de sus personajes, entre los que los femeninos tienen un mayor protagonismo. Nos vamos a encontrar con un variopinto grupo de gente especial y de distintas edades, que han formado una gran familia cuya convivencia está forjada sobre los cimientos de la solidaridad y el compañerismo. Personajes muy heterogéneos a los que ya conocimos en la anterior entrega, por lo que la autora apenas profundiza en ellos. Todos muy cercanos y vestidos de realidad.
Destellos del pasado de la familia de Sofía se irán abriendo paso, poco a poco, y saliendo a la luz gracias al trabajo de investigación llevado a cabo por Greta para escribir la historia de los Montagut. Desde un primer momento, el lector conoce la identidad de la persona que ha orquestado el asesinato del perito especializado en la época artística de la que se supone que son las pinturas expresionistas y que podrían tener un valor incalculable porque una de ellas está firmada por Kandinsky. Esto no le resta suspense ninguno porque lo interesante está en cómo avanzan las pesquisas que lleva a cabo la policía, en este caso es la inspectora Lola Galindo la encargada de investigar el crimen y dar con el asesino, contando de nuevo con la inestimable ayuda del excomisario Robles.
Un referente muy presente en toda la obra de la autora es el potente poso de crítica social. En este libro se abordan, entre muchos otros, temas como la amistad, el amor, la memoria, la familia y el papel olvidado de las mujeres en las distintas disciplinas artísticas. Santa Rita es un paraíso capaz de conquistar a todo el que se adentra en él por primera vez. Es especial por su forma de vida, por el crisol de sus habitantes, la frondosidad de sus jardines, sus cantarinas fuentes y su cercanía al mar. Un lugar traspasado por la luz del Mediterráneo, capaz de curarte el alma y en el que no me importaría pasar una temporada, dejándome acariciar por la suave brisa de Levante.
Sintetizando: Amores que matan es una novela de suspense ambientada en pleno verano en ese oasis de paz que es Santa Rita. He disfrutado de esta segunda entrega de la serie y me ha encantado reencontrarme con el heterogéneo crisol de personajes que componen esta comunidad transgeneracional creada en las instalaciones de un antiguo balneario y a cuya cabeza se encuentra una nonagenaria escritora. ¡Bienvenidos de nuevo a Santa Rita!

Enlace: https://www.mislecturas.es/2..