Amores que matan

Volvemos a Santa Rita, al calor del mediterráneo, Candy, Greta y Sophia siguen al mando. ¡Pero han ampliado sus huéspedes! Nieves, una nueva residente, quiere abrir un estudio de yoga y durante las obras aparece el cadáver de un bebe junto a un montón de cuadros de una calidad asombrosa. Las malas noticias nunca vienen solas, y la avaricia humana por este hallazgo conducirá a un segundo asesinato.

Esta nueva entrega cuenta con un ritmo mucho más rápido que la anterior, no se entretiene en tramas secundarias ni en personajes irrelevantes. Es mucho más directa, y, por lo tanto, más entretenida. Pese a este cambio de ritmo, la autora ha sabido mantener la esencia de los personajes principales, así como la increíble ambientación, donde casi podemos oír el mecer de las palmeras y la brisa marina.

Del mismo modo que la anterior, la saga de Santa Rita no es una novela negra tradicional. Es muy pausada, la ambientación como os digo es esencial, pero también el mundo interior de los personajes. Rica en diálogos y descripciones, se cuece a fuego lento. Sus personajes son entrañables, personas normales que se han visto abocadas a unos fatídicos hechos que desencadenan una investigación.

Esta entrega contiene un tema de trasfondo que he disfrutado muchísimo, el mercado del arte y el reclamo de la mujer como creadora. A través de la figura de Marianne Werefkin la autora sitúa todo un entramado de crítica al sistema que me ha parecido de lo más atractivo. Las mujeres de Santa Rita son instruidas y eruditas.

Os la recomiendo especialmente si disfrutáis de novelas que os transportan al escenario de los hechos mediante sus descripciones. ¡Querréis vivir en Santa Rita!
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