La acusación

Es una pena no poder añadir el nombre real del autor de estos relatos únicos. Bandi “Luciérnaga”, es el pseudónimo con el que escribe este norcoreano, y lo hace de forma crítica con el régimen, desde el propio país. Por desgracia esa libertad de expresión en esas latitudes del mundo se paga con la vida.

Siete relatos componen el libro, fechados desde finales de los 80 a mediados de los 90. Por ellos discurren situaciones esperpénticas:

Jugarse la vida por viajar sin visado, para intentar acompañar en los últimos momentos a una madre moribunda.

Caer en desgracia y que una familia sea deportada por correr las cortinas en su casa.

El partido como gran beneficiario de cualquier acción positiva y el individuo desprovisto de cualquier compensación, su deshumanización,

El bowibu, la policía secreta del país, es implacable ante cualquier chivatazo. En cada edificio hay un responsable comunitario que traslada a los responsables policiales informes de todo tipo.

Una obra que cubre sobradamente las altas expectivas que tenía sobre ella, eso raras veces me ocurre al acabar un libro. La forma de salir el manuscrito de Corea del Norte da para otro libro, pero el autor decidió jugarse la vida y el futuro de su familia para que este texto nos llegase. Resulta inevitable acordarse de Aleksandr Solzhenitsyn y su Archipiélago Gulag.

La acusación de Bandi se trata de siete relatos escritos entre 1989-1995 de un norcoreano perteneciente a la asociación de escritores de su país que arriesgó la vida al escribir contra el orden político de su país y le entregó un manuscrito a un pariente que abandonó Corea del Norte. A su llegada a Corea del sur, el pariente de Bandi, que significa luciérnaga, consiguió que se seleccionaran estos relatos y se publicaran siendo la primera revelación literaria originaria de Corea del Norte que sigue viviendo en el país.

En estos siete relatos encontramos situaciones reales narradas por el autor que tienen como protagonistas a personas norcoreanas de todas las clases sociales, algo que llama bastante la atención dado la pobreza existente en el país. Dado que en Corea del Norte la población se organiza según sus familiares y la lealtad al Partido que gobierna, no es de extrañar que los relatos donde mandatarios de Pyongyang son descritos parezcan casi una comedia para cualquier otro país.

Un común en todos los relatos son el miedo y cómo las personas que habitan Corea del Norte van perdiendo la ilusión con el partido que les gobierna al no ser beneficiarios de grandes posesiones ni logros. Los ciudadanos ven la cara al lobo y son capaces de reconocer en apenas siete relatos que no están contentos por vivir donde lo hacen pero escapar puede significar la muerte. La obligación de endiosar a sus mandatarios y la labor de erigir y construir una cultura de la que muchos no están de acuerdo denota en esta obra la crítica social que tanto tienen los países hacia Corea del Norte pero que no habíamos escuchado decir nunca a ningún norcoreano que no fuera desertor del país. En estos relatos encontraréis habitantes que sufren y luchan por vivir, pero detrás de ellos está la valentía ante la propaganda, un autor que se enfrentó a la muerte para divulgar la situación de su país.

Es curioso ver como el nombre del autor habla más del libro que tienes en las manos que el propio título de este. Bandi, autora o autor de la acusación significa luciérnaga, y con ello deja claro que la intención que tiene es ser una luz en una sociedad sumida en la oscuridad. En La acusación encontraremos siete relatos que nos hablan de distintas situaciones de opresión que se dan en la dictadura más hermética de nuestro planeta, la de Corea del Norte.

Si te fijas en el reverso del libro, se menciona muy acertadamente a Orwell o Kafka. Si el libro no fuese basado en hechos reales, podrías pensar que estos autores son los que hubiesen inspirado a Bandi en la escritura de estos relatos. Lo realmente escalofriante es que lo que le ha inspirado es la realidad que vive a diario en su país. Cada uno de estos relatos expone las miserias de una sociedad condenada al trabajo forzoso, la miseria, la desilusión, el miedo o la total falta de libertad. Desde un joven que se le prohíbe la visita a su madre moribunda hasta una familia señalada porque su bebe llora al mirar el retrato de "El Gran Líder".

Aunque la lectura no me ha resultado del todo amena lo que quizá hacía que prefiriese leer otros libros que tenía entre manos antes que este, me ha resultado de gran interés. A pesar de que todas sus historias están ambientadas en la dictadura del abuelo del actual dictador, lo cierto es que da la sensación de que nada ha cambiado desde entonces, y todo lo que lees lo sientes tan presente que solo puedes desear que las cosas cambien de una vez por todas.

Los siete relatos que se incluyen en el libro son los siguientes, ordenados por orden subjetivo de preferencia:
1. El escenario
2. Tan cerca, tan lejos.
3. La ciudad del fantasma.
4. La seta roja.
5. La fuga del norte.
6. La vida del caballo Tesoro.
7. La capital del infierno.

Resulta aterrador hacia lo que puede evolucionar una sociedad. La deshumanización, la impotencia de no poder cambiar las cosas. La realidad que yo he vivido me impide ver como es posible alcanzar esta situación, y me hace valorar enormemente poder vivir en libertad. Es necesario cuidar lo que tenemos, La acusación es el espejo en el que toda nación desearía no mirarse nunca.

Bandi, 반디, Luciérnaga, es el pseudónimo de la persona a quien pertenecen los 8 relatos (y dos poemas) que se incluyen en "La acusación".

Unos relatos que nos llevan a la Corea del Norte de finales de los 80 y los 90. Una Corea del Norte que no debe de ser muy diferente a la actual.

Un régimen totalitario totalmente aislado del mundo en el que todo gira en torno al "Gran líder", en el que el miedo cala en cada casa y cada persona día a día desde hace décadas.

A partir de esta lectura he visto y leído testimonios de personas que consiguieron escapar de Corea del Norte, como Lee Hyeon-Seo, y escucharlas hace aún más escalofriante la lectura de "La acusación".

Una madre que no es consciente del peligro de que su hijo llore ante el retrato de Karl Marx, un hombre que dedica su vida a intentar aumentar la producción de pasta de soja que alimenta su pueblo, una abuela que decide caminar hasta casa de sus parientes para conseguir hígado para su hija embarazada, un hombre que no tiene autorización para visitar a su madre moribunda o una mujer que lucha por alimentar a su marido durante la hambruna.

Testimonios clandestinos, sacados a escondidas del país a riesgo de ser descubiertos. Un riesgo nada desdeñable ya que los castigos son ejemplares: reprimendas públicas a las que asiste todo el barrio, trabajos forzados, exilios a las zonas rurales, ejecuciones públicas...

Nada escapa al ojo del Gran Líder. al sistema opresor y represor.

Aunque quizás, está pequeña luciérnaga, sí pudo hacerlo.

Lo primero que salta a la vista en los 7 cuentos que componen «La Acusación» es un estilo que recuerda a las alegorias, casi de cuentos con moraleja. ¿Hay una intencionalidad en esto? Tal vez, el autor busque enfatizar la sensación de irrealidad en la que viven los ciudadanos de un estado en el que la sinrazón – cual Alicia en el País de las Maravillas – parece estar a la orden del día.

Otro aspecto que todos los relatos acentúan es la manera en que el Estado ejerce el control y perpetúa el status quo. Bandi nos ilustra sobre cómo en Corea del Norte existe una categoría social condenada al ostracismo: todos aquellos emparentados – aún lejanamente – con alguien señalado como enemigo del estado cargan con este estigma en su sangre y tienen vedado el ascenso social. Para aquellos que se enfrentan al estado no existen más salidas que intentar la huída, sucumbir a la locura o enfrentar la muerte. En «La fuga del norte», un hombre a punto de intentar el escape le escribe una carta a un amigo explicándole sus motivos,

«En pocos minutos tomaremos un tren que nos llevará hasta la costa. Allí nos espera una pequeña embarcación que he preparado y he escondido con máxima cautela. Es, ciertamente, una forma muy arriesgada de huir. Podemos caer abatidos por los tiros de los agentes de las patrullas marinas, o las olas y el viento de una tempestad nos pueden tragar como a una hoja. Pero es preferible morir a continuar con el sufrimiento de esta vida miserable»

El régimen no solo exige la sumisión absoluta, los ciudadanos deben cuidarse también de instruirse – ellos y su familia – para dar una imagen de aquiescencia completa. El mínimo desvío, una respuesta equivocada, incluso una cortina cerrada puede ser el disparador del destierro. Como en «La ciudad del fantasma», dónde el terror imaginario de un niño se transfigura en terror real tras una serie de malentendidos que desafían toda lógica.

La deshumanización del individuo
Si hay algo que todos los cuentos enfatizan son las tácticas que el Estado utiliza para despojar a las personas de su condicion humana y que se basan principalmente en amputar de cuajo las relaciones familiares. En «Tan Lejos, tan cerca» un hombre suplica una y otra vez permiso para visitar a su madre moribunda. Las peticiones, presentadas ante una burocracia desmoralizante e inmovilizante, son denegadas sistemáticamente hasta que el protagonista, cansado, desafía la autoridad viajando sin los papeles reglamentarios. En «El escenario», unos informes de dudosa procedencia, y basados en poco más que chismorreos, esgrimidos desde un organismo de control son suficientes para enfrentar a un padre y a su hijo hasta las últimas consecuencias. En «La seta roja», las obligaciones que el Gobierno impone sobre su protagonista lo obligan a cortar las relaciones con sus hijos. En este relato, el más extenso y que cierra el libro, también se detalla la forma en la que el aparato estatal manipula la información para adecuarla a sus fines. El poder se asegura de que el poder siempre tenga razón en Corea del Norte.

Algunos podrán encontrar que el estilo narrativo es un tanto anticuado y que puede afectar la fluidez de la lectura. Sin embargo, la curiosidad – y quizás también el morbo – por descubrir la tortuosa vida de los habitantes de este país hacen que los relatos conserven el interés de principio a fin. Mi experiencia personal con estos cuentos ha ido de menor a mayor y cuando he terminado de leer «La Seta Roja» me he descubierto deseando sumergirme aún más en esa realidad tan aberrante que puede equipararse al Reino Soñado de Kubin o a cualquier pesadilla de Kafka.
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