Mamut

Cuando oigo la palabra "mamut", me viene a la cabeza una llanura ártica, rota por los pasos firmes y pesados de un animal grande, con el cuerpo de piel dura y pelo largo; un aspecto arcaico coronado por dos grandes colmillos que apuntan el cielo. 'Mamut', de Eva Baltasar, cierra el triángulo conformado por 'Permafrost' y 'Boulder', las tres obras cortas, pero consistentes, diferentes de lo que acostumbro a leer. Quizás por eso también me resulta difícil hablar sobe ellas. 'Mamut' es dura, como una mano que te coge la muñeca hasta dejarte marca, como el sueño donde caes en un vacío infinito.

En solo 128 páginas, Baltasar nos presenta una mujer atrapada en la vorágine de la vida moderna. Una mujer sin nombre que siente el instinto de ser madre, pero que a la vez se concibe como solitaria y huye de las relaciones con hombres. Hasta que un día decide dejar todo el que conoce y empezar de cero en un cortijo aislado de la sociedad, en medio de la montaña. A su alrededor, la vegetación y las bestias harán aflorar sus instintos más primarios.

La historia de 'Mamut' va pasando sin ninguna sorpresa, como el pastor que cada día hace el mismo recorrido con sus ovejas. A la vez, he tenido la sensación que a menudo me dejaba a la intemperie, conociendo momentos indómitos y brutales, escondidos bajo la manta de la ruralidad. Porque si una cosa parece que no tiene esta protagonista es mucha sensibilidad hacia los otros o su entorno, lo que sí que demuestra, una vez más, la autora con esta prosa que frota la poesía. Una lectura intensa que en algunos momentos me ha puesto muy nerviosa (el final puede tener muchas lecturas, pero yo necesito una de clara) y, a pesar de que no tanto como me habían advertido, a ratos me ha revuelto el estómago.
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