La segunda entrega de esta "magnífica" trilogía de Nueva York se me ha hecho rotunda y absolutamente más insoportable que la primera. En un alarde de imaginación sin parangón el autor nombra a sus personajes por colores consiguiendo que un servidor se cague en el arcoíris. Así nos encontramos al "maravilloso" detective azul, que fue entrenado por castaño, y que reside en un precioso apartamento ubicado en la calle naranja. Azul es contratado por blanco, para que imvestigue a negro mientras un humilde servidor ruega, desesperadamente, a todos los dioses para que alguien le quite el lápiz al "celebrado" escritor. Más aburrido que una foca en un orinal y al borde de competir en sonoridad con el ronquido del oso cavernario insisto en la autoflagelación que me supone seguir adelante con tan "brillante' obra. Resulta que blanco, paga mediante el giro de cheques a azul, por los informes que realiza de negro. Pero acontece que en las paredes del apartamento de la calle naranja, azul, pupilo de castaño, reflexiona sobre como se le escapa el tiempo, investigando la anodina vida de negro. Por absurdo que parezca blue se obsesiona y somete a 24 horas de vigilancia a Black, y lo peor es que, sin un ápice de piedad, nos lo cuenta. Consiguiendo: Que la foca se ponga a cantar la canción de "una sardina se balanceaba sobre el orinal de una moooosca" Que el oso cavernario duerma tres inviernos seguidos. Que castaño abjure de su "aventajado" alumno y tome forma de kiwi maduro. Que el alcalde de Nueva York, cambie los nombres de sus calles de colores a números. Que un servidor esté 26 horas al día bizqueando y sacando la lengua de forma incontrolada. Si la genialidad consiste en convertir el género policíaco en una novela introspectiva prefiero, sinceramente que me encierren en un manicomio, en especial, si Paul Auster es el máximo exponente. Para mi una novela excesiva donde no ocurre absolutamente nada. Eso sí, muy colorida. En parvularia enseñan los colores así. Genio y figura. + Leer más |
El esperado regreso a la novela de Paul Auster, que acompaña al inolvidable profesor Baumgartner en el viaje por los recuerdos de toda una vida.
Baumgartner es un eminente escritor y profesor universitario, tan excéntrico como increíblemente tierno, que hace nueve años perdió a su mujer. Su vida estuvo definida por el amor profundo y duradero que sentía hacia Anna y ahora, con 71 años, continúa luchando por vivir en su ausencia.
Su historia común arranca en 1968, cuando se conocen como estudiantes sin dinero en Nueva York y a pesar de ser casi opuestos en muchos aspectos, inician una apasionada relación que se prolongará a lo largo de cuarenta años. La superación del duelo por la pérdida de Anna se intercala con historias maravillosas -desde su juventud en Newark hasta la vida de revolucionario fracasado de su padre en Europa del Este- y con una poderosa reflexión acerca del modo en que amamos en distintas etapas de la vida.