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Tengo que reconocer que no he leído muchos libros de Jane Austen, pero este me ha dejado con ganas de más. Me han encantado el pensamiento y la ideología que guían la narración, tan adelantados a su época. La autora hace un retrato de la sociedad de 1800 de la mano de personajes variopintos. Algunos son inaguantables, como sus hermanas: una que no para de quejarse y la otra que es tan divina que no le cabe el ego en casa. Pero Anne, la protagonista, es harina de otro costal. Ella no se deja llevar por las convenciones sociales que dictan la vida de las mujeres y las critica abiertamente, lo que genera varios conflictos con sus familiares, que quieren ordenarla y conseguir que se case de una vez por todas. Anne tuvo un amor cuando era joven, uno de esos que dejan huella y calan hasta los huesos. Frederick Wentworth era un oficial de la marina que no contaba con la riqueza necesaria para que la familia de Anne aceptase su petición de matrimonio. La muchacha terminó cediendo a la persuasión de Lady Russell, la mujer que la crio, y rechazó el amor, una decisión que provocó que pasase los próximos años sola, añorando lo que un día tuvo y soñando con no haberlo perdido. En medio de ese arrepentimiento y justo cuando Anne llama la atención de un apuesto joven, como caído del cielo, Wentworth reaparece en su vida. La tensión, la indiferencia y los recuerdos los envolverán en un juego de máscaras y engaños en el que nadie podrá distinguir la verdad. En medio de escándalos y mentiras, unas palabras escritas con pluma y tinta acabarán por arrojar luz sobre la villa inglesa de Bath, pero ¿quiénes serán los más afectados por la verdad? He disfrutado mucho de esta lectura. Me ha parecido ligera, ágil y crítica con una sociedad a la que todavía le queda mucho por evolucionar. El romance está presente, pero siempre oculto entre árboles y cortinas, como la imperceptible brisa de un día de verano, algo que me ha sorprendido y que ha hecho que disfrutase más de cada página. |
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