He luchado en vano, sin resultado. No reprimiré por más tiempo mis sentimientos. Le ruego que me permita decirle cuán ardientemente la admiro y la amo.
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He luchado en vano, sin resultado. No reprimiré por más tiempo mis sentimientos. Le ruego que me permita decirle cuán ardientemente la admiro y la amo.
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[...] Es deber de todos resignarnos ante los males inevitables, [...] a menudo he observado que la resignación nunca es tan completa como cuando la dicha negada comienza a perder en nuestra estima algo de su valor.
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Era gratificante haber inspirado inconscientemente un afecto tan poderoso
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"Da rienda suelta a tu fantasía, echa a volar toda tu imaginación y ni por esas caerás en el error".
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La naturalidad con que empezó a conversar, aunque sólo fuera de la humedad de la noche y de las probabilidades de una estación lluviosa, convencieron a la joven de que el tema más vulgar, trillado y aburrido podría resultar interesante gracias al ingenio del conversador.
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"Si sus sentimientos siguen siendo los mismos, dígamelo, mi afecto y mis deseos no han cambiado, pero sólo una palabra suya me hará silenciar para siempre. Sin embargo, si sus sentimientos han cambiado quiero decirle que ha usted embrujado mi cuerpo y mi alma, y que la amo, ardientemente, y ya nada podrá separarme de usted".
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[…] No se puede decir que alguien sea de verdad brillante si no sobrepasa con mucho a lo que encontramos de ordinario. Una mujer ha de tener un conocimiento completo de la música, el canto, del dibujo, del baile y de los idiomas modernos para merecer ese calificativo; y junto a todo eso, ha de poseer un algo indefinible en el semblante y en la manera de andar, así como en el tono de voz, la elocución y la manera de expresarse, porque, de lo contrario, sólo merecerá a medias ese elogio. —Ha de poseer todo eso —añadió Darcy—, y aún algo más sustancial, mediante el perfeccionamiento de su inteligencia gracias a unas lecturas muy extensas. —Ya no me sorprende que sólo conozca usted a seis mujeres con tan grandes perfecciones. Más bien me maravilla que conozca usted alguna. —¿Es usted tan dura con su propio sexo como para dudar de la posibilidad de todo ello? —Yo no he visto nunca una mujer así. No he visto nunca reunidos tanta capacidad, tanto buen gusto, aplicación y elegancia como usted describe. + Leer más |
Ha de aprender mi filosofía. Del pasado no tiene usted que recordar más que lo placentero.
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—Es usted demasiado generosa para burlarse de mí. Si sus sentimientos son aún los mismos que en el pasado abril, dígamelo de una vez. Mi cariño y mis deseos no han cambiado, pero con una sola palabra suya no volveré a insistir más.
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Nunca hasta entonces había estado enamorada, y su cariño tenía todo el fuego de un primer amor, pero su edad y su carácter le daban una firmeza que no suelen tener los amores primeros.
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Jane Austen (16 de diciembre de 1775-18 de julio de 1817) fue una novelista británica que vivió durante la