Si deseas asesinar a alguien y salir impune este no es tu libro. Max Aub nos ofrece una variada colección de causas cotidianas por las que tu y yo mataríamos a alguien en forma de micro relatos. Claro, los más puritanos del lugar pensaran que el autor rebasa los límites del humor negro. Seguramente no tengan a un angelical niño (futuro macho cabrío) que trota y berrea como un asno en celo 24/7 por vecino de arriba. Merece la más horrible o absurda de las muertes. El problema es que todos acaban detenidos...única razón por la que aún no he comprobado el tiempo que tarda la criatura en recorrer 13 pisos en caída libre. Pablo se llama. Dios se lo lleve bien lejos aunque sea a costa de continuar vivo. A la planta de arriba enviaría sin piedad a aquel que ahora piensa que soy un animal. Verás como nos reímos. Lo mismo sirve para el compañero trepa, el marido que ronca o la esposa que no escucha. Nadie escapa del asesino que todos llevamos dentro. Literatura la justa. Aquí hemos venido a solucionar problemas, no a declamar poesía. Lo mejor las ilustraciones, tan depravadas como divertidas, y con el rojo como único color que rompe el bipartidismo de negro y blanco. Menos gracia me ha causado el capítulo de suicidas. El autor lo intenta, pero nunca he encontrado nada que justifique el humor es este triste final. Soy así, infanticida y moral. Asesinar y asesinarte, son dos cosas bien distintas. No le encuentro la utilidad al libro, más allá de verte reconocido. Aquí se empatiza con el criminal y no con la víctima. La mayoría de los textos son muy malos. El resto peores. Pero reconozco que alguna risa con babas mientras me frotaba las manos han caído. Que en adelante sirva como advertencia. Si haces algo que me irrita, ahora estoy más versado. Así que... salta Pablito, salta. + Leer más |
La Caja de las Letras del Instituto Cervantes se abrió para recibir el legado «in memoriam» del escritor Max Aub, una de las principales figuras de la literatura española en el exilio, de manos de la presidenta de la Fundación Max Aub y nieta del autor, Teresa Álvarez, que estuvo acompañada por el director del Instituto Cervantes, Luis García Montero, y la escritora Marta Sanz, que ejerció como testigo de honor.
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