El café de los miércoles: 44

Un día Mabel dejó su trabajo, cogió una maleta en la que metió cuatro cosas y compró un billete de tren dirección a Galicia. No sabía adónde iba, no tenía un destino concreto, decidió guiarse por su instinto. Cuando desde la ventanilla del tren vio el nombre de un pueblo asturiano, Candás, y le dio buenas vibraciones, decidió bajarse allí. Y allí vivirá los próximos meses de su vida. al principio sólo pasea: es verano y Candás es un pueblo costero, los paseos por la playa y alrededores le dan la paz y tranquilidad que necesita. Pero cuando llega el otoño, decide apuntarse a unas clases de pilates en las que conocerá a otras cinco mujeres y adoptarán la costumbre de, tras la clase, irse a tomar un café en la cafetería de al lado.

Lo de Mabel es una huida en toda regla. Está harta de su vida y decide cortar con todo: sin decir nada a nadie, se va de su ciudad. No sabe lo que quiere hacer con su vida pero sí sabe que no puede seguir como estaba, agobiada, harta. Tampoco quiere establecer nuevas relaciones por lo que no cuenta nada de su vida al resto de mujeres ni quiere saber nada de los problemas de éstas: quiere relaciones superficiales, que no la comprometan a nada más. Pero, claro, el roce hace el cariño como se suele decir y, al final, las seis mujeres que toman café los miércoles se van haciendo amigas y, poco a poco, se van contando sus cosas. Especialmente, cuando llegan los problemas. Y resulta que, tras la superficie aparentemente perfecta, todas ellas tienen problemas; algunos de difícil solución.

“El café de los miércoles” nos habla de seis mujeres normales con una vida también normal: trabajos estresantes, relaciones difíciles, cuernos, hijos o la falta de ellos, estrés, amantes… No hace la autora una descripción exhaustiva de los personajes, no daría tiempo a ello en tan pocas páginas; sin embargo, nos deja atisbar un poco de sus vidas y, con prácticamente una escena dedicada a cada una de ellas, consigue hacerlas reales y creíbles. Supongo que porque lo que les pasa nos pasa o nos puede pasar a cualquiera de nosotras.

Es ésta una novela de mujeres –que no para mujeres- aunque también aparece algún hombre. Uno en concreto, que está siempre sentado en la terraza donde toman café las amigas leyendo un libro. Ahí lo dejo…

He comentado al principio que la novela parecía fácil. Y es que lo es: empieza como una lectura ligera y rápida, sin ninguna complicación. Se lee con gusto, gracias a sus capítulos muy cortos, a la abundancia de diálogo y al estilo claro y directo, sin circunloquios ni complicaciones. Pero cuando la historia avanza, el asunto se va complicando y, aunque no pierde esa sencillez y frescura, empiezan a aflorar los problemas y resulta que no todo es tan de color de rosa como pensábamos al principio. No hay drama, tampoco es eso, pero desde luego no es una novela chick-lit. Es más profunda de lo que parece, se plantean situaciones en algunos casos duras y acabamos dándole vueltas a varias de las historias de estas mujeres.

Conclusión final

Esta es la primera novela para adultos de una escritora que, hasta ahora, escribía para el público infantil y juvenil. A mí me ha convencido así que la recomiendo y estaré atenta a sus siguientes novelas.