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Crítica de Celia_0504


Celia_0504
29 December 2022
Me ha pasado algo muy curioso con este libro, y que nunca antes me había ocurrido: normalmente a estas alturas de la vida, ya tengo más que cerrada la lista de libros preferidos que he leído durante el año. Pero justo en los últimos días llega Margaret Atwood y me descabala todo todito todo. Aún tengo que digerir bien esta lectura, pero ya os digo de antemano que me ha encantado y que, posiblemente, está a un pasito de nada centrar en la lista de preferidos del 2022. No sé si se deberá a que tenía mucho mono de reencontrarme con Atwood, que llevaba dos años sin tener nada de ella entre manos, o que. Pero es la quinta obra que leo de esta y ya os digo que es la que más me ha gustado desde que me inicie con ella por la puerta grande con su ultra famoso “El Cuento de la Criada”.

Penélope, el símbolo por antonomasia de la esposa fiel, virtuosa y devota. Ahora ha muerto, y desde el averno ya no tiene nada que perder. Por lo que se permite contar de una vez por todas su historia, revelando sus secretos y todo lo que vivió y sintió desde que era una niña hasta que le tocó esperar 20 años en la isla de Itaca por su esposo, el famoso héroe griego Odiseo, cuando este partió a la guerra de Troya y la dejó sola. Una esfera en la que siempre estuvo rodeada de gente, pero a la vez increíblemente sola.

Con este “Penélope y las Doce CriadasMargaret Atwood vuelve a dejar claro porque es una de las más relevantes del panorama literario actual. El libro es una reescritura total de los mitos griegos en toda su extensión. Penélope se convierte en la protagonista de su propia historia, dispuesta a explicarse y a dar su versión de los hechos. No está simplemente inscrita en ese papel de mujer abnegada y fiel en el que la mitología y la historia se ha empeñado en constreñirla. Es mucho más que “ una leyenda edificante, un palo con el que pegar a otras mujeres”. Es un ser de carne y hueso cuya voz resuena con fuerza desde el más allá. Es un personaje lleno de claroscuros, alejado de cualquier tipo de rol. Quizás choque un poco el tono tan moderno y cercano que tiene, las referencias que hace a la vida moderna y su forma de expresarse tan abierta, lo cual se contrapone a la forma en que describe el día a día de la sociedad y el mundo en el que vivió cuando estaba viva. Desde el primer momento, Penélope hace una separación entre el mundo en el que ella vivió y en el y el que ahora impera entre los vivos. Ambos son muy diferentes, pero a la vez muy parecidos. La estupidez y el simplismo humano siguen a la orden del día, las fechas cronológicas cambian pero eso no. Todo ese conjunto da una sensación de choque, que pega mucho con lo que busca hacer Atwood y con la clase de escritora que es. No quiere hacer tanto una crónica o una biografía de Penélope como dejarla dar su versión de los hechos, dando relevancia a lo que ella pensaba y sentía más que a los hechos. La autora busca jugar con el lector y sacarle de su zona de confort. Es una narración, por lo tanto, muy disruptiva, por ese humor ácido y corrosivo que caracteriza a esta autora. Y por la manera en que logra dar una vuelta de tuerca tan ingeniosa a una de las historias más conocidas de la humanidad, y meterse en la piel y los huesos de su narradora, sacar a relucir todas sus facetas vitales y psicológicas.

Penelope es una mujer con una vida marcada por la soledad y el sentirse fuera de lugar; demasiado inteligente e ingeniosa para no sentirse incomprendida en el sino que le tocó en suerte; ácidamente burlona y políticamente incorrecta en las distancias cortas. La vida de Penélope fue como la de tantas otras en la historia y la mitología, siendo casada, como ella dice al mejor postor, con el fin de que su familia consiguiera poder y bienes. Una Penélope cuya vida se ha visto marcada por el fuerte complejo de inferioridad que siente hacia su prima, la célebre Helena de Troya, tan burlona, cruel y segura de si misma como bella. Gracias a este retrato que Atwood nos regala, Penélope es mucho más cercana para nosotros que lo que era la mujer que tejía de día y destejía de noche en la obra de Homero. Pero aquí, Penélope se humaniza, alejándose de cualquier mito o rol preconcebido. Y lo mismo pasa con su marido, el célebre Odiseo, un hombre astuto e inteligente, un engañador, el hombre que ideó la caída de Troya y desafío a los dioses. Que aquí es un ser plenamente de carne y hueso, lleno de defectos y de pecados. Paradójicamente ese hombre que puede llegar a ser tan valiente como cobarde, tener una presencia tan fuerte como darse a la huida cuando las cosas se ponen feas.

Pero para mí, el punto fuerte de esta narración es la forma en que llega a sorprendernos. Y vaya si lo consigue. Este libro es un cuento que envuelve otro cuento, un tapiz en el que se teje una historia que puede o no se verdad. Y esa es la gracia y lo que hace tan especial a esta breve novela. al principio parece que vamos a oír solo la voz de Penélope, cuya narración viene acompañada alguna que otra vez por las interrupciones de las doce criadas a modo de coro a imitación de los que aparecían en el teatro clásico griego. Los hechos parece que van a seguir una estructura lineal, que vamos a conocer, pero entonces, llega a la gran sorpresa de la novela. Porque Penélope lo que nos ha contado es SU versión de los hechos. Pero esa versión no tiene porque ser la real. Es un personaje al que Atwood dota de una patina tan real, tan humana y tan lleno de clarooscuros que cuenta las cosa según le parezca a ella, favoreciéndose así misma. Ella, al igual que Odiseo, tiene mucho que callar y ocultar. Pero al menos con ella te queda la sensación de que hay una justificación a esas artimañas y engaños por todo lo que tuvo que pasar y por la situación de la mujer (independientemente de su clase social) en la antigua Grecia. de hecho, a mi me queda la sensación de que Penélope no solo miente al lector, se miente así misma para ocultar una verdad demasiado dolorosa y que no la deja en buen lugar, para sobrevivir y salvarse psicológicamente, incluso cuando han pasado siglos de todo esto ya ha muerto .Porque la verdad muchas veces puede ser más dolorosa que la muerte. Y la verdad y la mentira puede unirse de una forma muy doloroso cuando se cuenta un cuento. Porque cualquiera de estos cuentos tiene una o varias versiones, se puede contar desde diferentes perspectivas. Y es muy difícil discernir ya no solo cuál es la verdadera sino que grado de verdad y mentira hay en cada una de esas versiones.

El clímax de los hechos narrados no es tanto la vuelta de Odiseo (un suceso bien conocido por cualquiera con un mínimo de cultura literaria), como el asesinato de las doce criadas y el descubrir que se oculta detrás de este hecho al que “La Odisea” da tan poca importancia y explicaciones. Las grandes olvidadas son reivindicadas y vengadas por una Atwood en estado de gracia. La historia da un giro de 180° en su último cuarto de obra, que sorprende a un lector que pensaba que ya había pasado lo más importante que podía proporcionarle y solo quedaba cerrarla y que se explicase la cuestión de porque fueron ejecutadas las muchachas. Y vaya que si se explica… Hay otra versión de los hechos, aparte de la que cuenta Penélope a ti y la que se conoce habitualmente por “La Odisea”. Una que es mucho más oscura ,que se debe de la eterna e injusta lucha entre hombres y mujeres, de la forma en que el patriarcado se impone y destroza a las figuras femeninas, la sucursal a su voluntad y acaba con ellas si es necesario. de esas doce criadas solo conocemos el nombre de una, Melanto, la de hermosas mejillas. Pero todas ellas son una, de hecho, hay un momento en el que el coro dice “no teníamos voz, no teníamos nombres, ni tampoco elección, teníamos solo una cara, una para las doce“. Y es verdad. Las doce criadas Son un número más en la lista de millones de mujeres asesinadas o silenciadas a lo largo de la historia, masacradas en todos los sentidos. La suya es la lucha por reivindicarse de las personas sin nombre y sin derechos frente a un mundo gobernado por hombres poderosos y crueles que las machacan y hacen con ellas lo que quieren. Las doce criadas son el símbolo de la opresión femenina a lo largo de la historia, de cómo se han silenciado el asesinato y el maltrato hacia las mujeres. Y como tantísimas veces, lo largo de la historia, sus perpetradores han salido impunes, como muestra el impagable capítulo del juicio de Odiseo, escrito con ese desparpajo e ironía tan de Atwood.

Tras acabar de leer, me di cuenta de que la traducción española ha hecho mucha más justicia, la naturaleza de la obra su que su propia autora. Siento que esto suene pretencioso, pero es así. En el original Ingles el libro se llama “The Penelopiad”. al cerrar la novela, me queda la sensación de que “Penélope y las Doce Criadas” es más apropiado y capta más la esencia de la obra. Es cierto que Penélope es la narradora y quien nos guía por esta historia. Pero las figuras (o los fantasmas) de esas doce criadas son la voz y el corazón de un libro que deja al lector con muchos sentimientos y con la sensación de haber leído un laberinto demasiado complejo para las menos de 200 páginas que componen el volumen. Sin Penélope y sin las criadas, la novela no sería lo mismo, ambas partes son esenciales para la misma. Y eso es una de las cosas que más bonitas me han parecido de una obra que a ratos resulta increíblemente cruda.
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