El año del diluvio

Segunda parte de la trilogía de Maddaddam, esta novela nos relata la vida después del apocalipsis que catapultó a la humanidad a su extinción.
Veremos la historia contada a través de la visión de dos mujeres: Toby y Ren.
Ellas dos tendrán que valerse de su ingenio y su valía para poder existir en este mundo postapocalíptico en el que se han sumido.
Toby, con una vida caótica y desgraciada acabará sumándose a un movimiento pro ecológico, vegano en contra de todos los avances tecnológicos y genéticos que están aconteciendo en el mundo.
Ren, una joven cuidada y privilegiada, conocerá a Toby en este mismo grupo siendo despedida de las comodidades de las que siempre ha gozado y acabando en una vida miserable.
Las dos nos cuentan su antes y después del virus que ocasiona la extinción de la humanidad.
Todo ello sumando personajes nuevos que van apareciendo y viejos que ya conocimos en la primera parte de la trilogía y de los que averiguaremos como fue su vida anterior al cataclismo.
Volvemos a encontrar la crítica brutal a todo lo que el humano ha creado, traspasando la línea de la moralidad y los límites del ser humano.
Sin duda, la autora vuelve a sorprendernos con una historia totalmente nueva y original que sigue la trama del primer libro sin que en ningún momento te decepcione.

Siempre el maldito final, siempre me quedo frío, me lleno y me quedo a medias, una constante en mi relación con Margaret Atwood.
En principio estamos en un mundo postapocaliptico, no hay recursos por la sobreexplotación y ha triunfado lo artificial, pero hay quien se resiste y busca el ser vegetariano y el reciclaje de lo que ya existe, llevando está idea hasta las últimas consecuencias, esto no está tan lejos de la realidad.
Las dos protagonistas nos van desgranando su historia, como entraron a formar parte de Los jardineros de Dios y su lucha, hasta llegar a la situación de una casi destrucción de la humanidad y la llegada de especies animales nuevas.
Lo más parecido a El cuento de la criada y de igual calidad a ésta.

No encontré en esta historia la tensión narrativa que tanto me atrapó en “El cuento de la criada”, no me impresionó el mundo en el que se sitúa a los personajes, no me llegó la desesperación que estos deberían sentir, no vi lo que creo que es esencial en este tipo de novelas distópicas, que todo lo que ocurre sea en cierto modo posible, que sea una llamada de atención acerca de que el mundo tal y como lo conocemos no es algo fijo ni el fin de un proceso que viene determinado desde el principio de los tiempos y que en él se encuentran las semillas de todos esos peligros que la novela se encarga de señalar. al contrario, lo he sentido todo muy distante, quizás por lo poco creíble.

Gracias a lo narrado por Jimmy (ahora conocido como Hombre de las nieves) en la anterior novela, sabemos que una pandemia de carácter vírico provocada por la mala praxis del hombre, acabó con la vida de millones de seres humanos en muy poco tiempo, dejando en consecuencia un más que difícil escenario en el que sobrevivir para las pocas personas que lograron superar el virus y el caos al que la civilización sucumbió. En El año del diluvio es el turno de conocer los recuerdos de Toby, una mujer que logró superar el denominado “Diluvio seco” (como un guiño a la anterior gran extinción relatada en los textos religiosos). Mientras sale adelante a duras penas encerrada en un antiguo centro de belleza, en el que cultiva sus alimentos, ocupa sus días en retroceder con la mente a su vida desde muy joven, narrando así cómo acaba acogida por los llamados Jardineros de Dios, una secta religiosa que promulga el ecologismo y el veganismo, a la vez que augura el inminente final de los tiempos. Por otra parte Ren, otra superviviente que se salvó del contagio al estar en cuarentena en el prostíbulo en el que se veía obligada a trabajar, también nos hace partícipe de sus recuerdos de niña, tras ser llevada por su madre a vivir con los Jardineros de Dios, con los que creció hasta ser devuelta al mundo “normal”. Ambas chicas conviven durante mucho tiempo a la sombra de esta extraña comunidad llena de dogmas absurdos y estrictas leyes, a la que, sin embargo, ven como un refugio ante otros peligros de la decadente sociedad que les ha tocado vivir. El paso por esta secta y sus vivencias posteriores, marcan de manera diferente a las dos protagonistas, ayudando al lector a hacerse un idea más rica de lo sucedido antes y después del “Diluvio seco”, sumado esto a lo que ya conocemos por las memorias de Jimmy.
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Es una distopía no tan distópica. Y diréis, bueno, al fin y al cabo todas lo son, ¿no?, pero, a lo que me refiero, es que esta se siente muy cercana en el tiempo, muy plausible de que suceda de aquí a no demasiado (porque muchas de las cosas que nos presenta de hecho se dan así ya).

Atwood muestra un mundo que es el resultado de un enorme experimento descontrolado, fruto del hombre pretendiendo ser el Dr. Frankenstein, o, lo que viene a ser lo mismo, jugando a ser Dios.
Nos pone encima de la mesa cuestiones éticas de tipo ecologista, sí, pero también acerca de la diferencia de clases, de la violencia patriarcal, que nos hacen replantearnos los ideales de progreso por los que nos regimos (o dejamos que nos dirijan), sin dejar de ser por ello ligeros y bastante divertidos.

Son tres libros que tienen un horizonte en común, un sentido y una dirección con distintos personajes que narran cada historia y se entrelazan entre sí. Y, en mi opinión/a mi gusto, van de menos a más. Siempre me ha costado entenderme bien con la obra de Atwood, pero me ha ido convenciendo poco a poco en esta ocasión y, si bien no van a ser los libros de mi vida (porque me gustan las novelas contadas más visceralmente), están bien desarrollados, muy bien estructurados, y juega con los lectores y la escritura como quiere.
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