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Incluso cuando alimenta al pueblo, lo alimenta con lirismo, le suministra ese fermento de exaltación que está en la base de toda verdadera magnificencia. Y su tiranía sanguinaria que jamás de equivocó de objeto, nunca afectó ni atacó al pueblo. Todos aquellos a quienes Heliogábalo envía a las galeras, castra o flagela, los extrae de entre los aristócratas, los nobles, los pederastas de su corte personal, los parásitos de palacio. |