Salvar el fuego

FANTASÍA ROSA
Así define la propia protagonista de la novela, allá en los albores de la pag. 505. el lío en el que se ha metido, el lío en el que nos ha metido a todos.
Para empezar: me parece lamentable que un premio como el Alfaguara (que sólo recibe obras con pseudónimo y plica) lo acabe ganando un autor que recientemente había publicado su novela El salvaje con esta misma editorial (el tema ya "huele mal")
Dicho esto, empecé a leer el libro con grandes expectativas: el manifiesto inicial es magnífico y los personajes prometían. Hasta la historia prometía y durante las 100 primeras páginas estaba convencido de que tenía en mis manos una gran novela, tal y como vendía la sinopsis. Pero las cinco estrellas que le presuponía, han ido cayendo una tras otra. (Quizás lo más justo hubiera sido darle 3* pero me cabrea todo el asunto del concurso y, sobre todo, creo que un escritor con un lenguaje personal como Arriaga, no se puede acabar perdiendo en sus propios frijolitos)
Y es que la historia es eso: una fantasía rosa, un folletín televisivo, una novela ñoña disfrazada de brutalidad. Y es una lástima, porque podría haber sido una gran obra de referencia en la literatura hispana. Pero mi gozo en un pozo.
La premisa argumental (chica rica se enamora de un presidiario condenado por asesinatos múltiples a cincuenta años de cárcel) es tan inverosímil que Arriaga debe definir hasta el aburrimiento a sus personajes, para justificar
las absurdas decisiones que tomará su protagonista (una coreógrafa de ballet que, sólo después de enviar su vida al traste, conseguirá aprender su oficio).
Es esta obsesión por definir los personajes hasta la extenuación, uno de los elementos que lastran la novela. Pero no es el único: también esa multitud de subtramas que poco (o nada) aportan a la novela (los montajes de coreografías de la protagonista, por ej o las múltiples historietas que convirtieron Jose Cuauhtémoc en ese supermacho-asesino-indígena... ), una novela a la que sin duda le sobran al menos doscientas (si no trescientas), de sus 650 páginas.
Ya entrando en temas más formales, la novela avanza en cuatro frentes: las cartas escritas por los reclusos (fantástico el Manifiesto inicial y algún relato como el de El vecino), la voz subjetiva del hermano del protagonista hablando con su padre muerto y la propia línea argumental, normalmente llevada alternamente entre ambos protagonistas él y ella (y algún secundario de lujo).
Tanto las cartas de los presos como el relato del hermano me han parecido completamente innecesarios: apenas aportan nada al argumento y lo único que consiguen es entorpecer la novela y hacer perder al lector el hilo narrativo. (¡hasta el final de la novela estuve dudando si, ya directamente, saltarme todos esos pasajes, algunos de puro aburrimiento!)
La alternancia de las voces tiene sentido en la primera parte de la novela (cuando los protagonistas están separados), pero, en toda la parte final resulta artificioso mantener esa misma estructura, cuyas líneas narrativas finalmente se funden (¡menos mal!) en una sola voz (aunque sólo sea durante apenas veinte páginas).
Me ha gustado el estilo de Arriaga (me queda duda de cuánto hay realmente de estilo y cuánto simplemente de chabacanería mexicana). El problema es que, es tan "potente" y peculiar, que me ha llegado a resultar cansino; como, en general, toda la novela. Y es que, a esa potente voz narrativa le falta una historia que esté a la altura... y me temo que no la hay (el argumento podría resumirse en cuatro líneas). Desde que pillan al protagonista y lo meten en el talego, todo se viene abajo y la supuesta gran novela se convierte en una novelita rosa ambientada en una cárcel mejicana con algún episodio que a mí, particularmente, me ha hecho sentir vergüenza ajena.
La novela tiene un buen arranque de unas 100-150 pags (hasta que apresan al protagonista) y luego entra en un páramo de pura improvisación de cerca de 400 páginas en la que el argumento va dando tumbos de un lado a otro, para luego recuperar el norte en sus últimas 100 páginas. Parece como si le hubieran llamado de la Editorial Alfaguara y le hubieran dicho: ¡Guille, acaba ya de una vez la novela que tienes que presentarla al certamen!. (De hecho, encontré de casualidad una entrevista al autor en la que confiesa eso mismo: que la novela es pura improvisación).
Sinceramente, me parece todo una auténtica lástima y una oportunidad perdida. La sensación que me queda es de que el demiurgo Arriaga creó a sus personajes hasta el más ínfimo detalle (como si fueran los actores de una serie televisiva cuyos guiones aún no estaban escritos), pero luego no supo bien qué hacer con ellos.
Y ya para acabar: me niego a creer que ésta fuera la mejor novela de los 600 manuscritos que se presentaron a este certamen.
Algo falla,
Alfa guara.