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Crítica de Eduardo_Irujo


Eduardo_Irujo
28 July 2022
«A Isabel no la conozco. Sus manos, sus pies, el tacto de su pelo, su voz, su olor, todo me lo va contando mi madre. Sus dos hermanos me dieron datos, nostalgias y culpas, pero mi madre me la cuenta a ella, y no terminará de hacerlo»

«Limpio el polvo, levanto cada objeto y le cuento su propia historia»

Objetos. Plantas. Recuerdos. Una familia colombiana. A través de esos retales, conversaciones, entrevistas, Isabel-Cristina Arenas Sepulveda teje una historia en diferentes niveles de lectura, con varios puntos de vista y objetos-memoria que deslizan y cuentan la historia de la abuela materna, Isabel. El libro Y eran una sola sombra, publicado por Candaya en abril de este año (2022), cuenta con la maravillosa ilustración de cubierta de Paulina Flores que ha conseguido absorber y plasmar los capítulos del texto.

«Una hora más tarde la comida estuvo servida y nos sentamos todos sin hablar del tema, nada se dijo porque la mesa es para comer, no para conversar. Así seguimos arreglando los problemas, con silencio»

La escritura de la novela intenta romper con el silencio. Contar las palabras no dichas. Buscar respuestas a una historia de dolor, de pérdida. Ese es, posiblemente, el gran logro de esta Isabel, intentar explicar a través de un caleidoscopio de voces, objetos y rituales ese pequeño pedazo de historia. Una microhistoria fuera de las grandes historias, pero atravesada por ellas. La grandeza de lo pequeño, de lo cercano.

«Desde antes de enfermarse a ella no le gustaba el atardecer, esa luz indefinida y maligna le daba escalofríos, le producía afán por terminar lo que fuera que estuviera haciendo»

Constantes cambios de voces narradoras, la utilización de documentos y textos de la época, dotan a la novela de una frescura y singularidad que nos atrapa en la lectura y nos hace querer saber más de Isabel y Alfredo, de esos hijos no nombrados y esos familiares y amigos que rodean las dificultades, las alegrías y tristezas, la vida y la muerte de los personajes. Y, todo ello, desde el presente de la autora en Barcelona.

«Si un objeto ya no se utiliza para lo que fue creado, ¿pierde su identidad?»

Es esa reconstrucción -como zapatero (Alfredo) que delimita la horma, que clava tachuelas y alfileres- la que realiza la autora con imágenes hechas palabra. «No se comunican entre ellos porque hacerlo no es tarea de los objetos, tampoco decidir si pierden su identidad cuando no se usan, no tienen aspiraciones de ser lo que no son. Solo se tocan levemente el uno con el otro». Objetos nimios, con historias contadas e inventadas. Atraviesan la historia y la realidad. Unen la ficción con el tiempo presente: «Entonces, después de sentirme mal, de echarle arena y limón a mi remordimiento, de prometerle que recuperaré todo, no sé cómo, me doy cuenta de que así ha sido. Poco a poco. Eso es lo que he hecho desde que se terminaron nuestras entrevistas, así hemos logrado seguir comunicándonos».

«Cuando comencé a cuidar el jardín de mi madre no sabía que Isabel también había tenido uno. No sabía nada de ella más que su nombre, heredado y obligatorio. Debía quererla sin saber quién era»

Y así, con esas plantas y animales, continuamente citados y contados en el texto, construye, planta, abona y riega el libro Isabel-Cristina para que florezca y nutra al lector.

[CODA]
«No olvidamos a nuestros muertos, ponemos sus cenizas bajo tierra y las regamos. Tampoco somos un secreto, usted los sabe desde hace tiempo»

Tenemos una reciente entrevista a la autora en la revista digital Continuidad de los Libros que nos da pistas, aportes y sentido a muchas de las palabras que aparecen en el libro. No se la pierdan.

Enlace: https://papelenblanco.com/hi..
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