Ahora veo la historia política de mi país como aquel río de mi infancia que lo arrastraba todo con un estruendo ensordecedor; ese río de agua revueltas nos ha ido aniquilando, poco a poco, a todos.
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Ahora veo la historia política de mi país como aquel río de mi infancia que lo arrastraba todo con un estruendo ensordecedor; ese río de agua revueltas nos ha ido aniquilando, poco a poco, a todos.
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La prensa ya estaba casi completamente controlada. La libertad era una cosa de la que se hablaba casi incesantemente pero que no se ejercía; había libertad para decir que había libertad o para ensalzarla al régimen, pero jamás para criticarlo.
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[...] un mundo poblado por fantasmas queridos, desaparecidos trágicamente. Su muerte fue tal vez un acto vital; hay épocas en que seguir viviendo es rebajarse, comprometerse, morirse de puro tedio.
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Lo más dramático de todo aquello fue que estas personas fueron víctimas del chantaje y del propio sistema, hasta tal punto que fueron perdiendo su condición humana.
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Ahora, estaba solo con mi miseria; nadie podía contemplar mi desgracia en aquella celda. Lo peor era seguir existiendo por encima de todo, después de haberme traicionado a mí mismo y de haber sido traicionado por casi todos.
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Eran, desde luego, esperanzas remotas; esperanzas de desesperado, pero casi siempre las esperanzas son de los desesperados.
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Hay como una especie de sentido de destrucción y de envidia [...]; en general, la inmensa mayoría no tolera la grandeza, no soporta que alguien destaque y quiere llevar a todos a la misma tabla rasa de la mediocridad general; eso es imperdonable.
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[...] la avidez por el dinero y el miedo a morirse de hambre, han sustituido a la vida y, sobre todo, al placer, a la aventura, a la irreverencia.
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Lo bello de la relación sexual está en la espontaneidad de la conquista y del secreto en que se realiza esa conquista. En la cárcel todo es evidente y mezquino; el propio sistema carcelario hace que el preso se sienta como un animal y cualquier forma del sexo es algo humillante.
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[...] una ciudad en la que tanto habíamos sufrido, pero que desde allí parecía un paraíso.
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Como agua para chocolate