Tiene un caparazón, él mejor que nadie sabe lo difícil que resulta desprenderse de de este. Lo construimos a nuestro alrededor como defensa, adhiriendolo con tanta precisión a nuestro alrededor como defensa, adhiriendolo con tanta precisión a nuestra personalidad que , finalmente, se donde con ella hasta atraparla en el interior. Lo que erigimos para evitar ataques externos acaba convirtiéndose en el peor enemigo, la tumba donde perecen nuestros anhelos y el origen del lado oscuro, ese que se expande hasta eclipsarlo todo.