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Crítica de begocp


begocp
08 November 2021
Desde que la editorial Anaya, en su catálogo infantil y juvenil, dio luz a este libro, me he imaginado a todos los lectores -en su mayoría adictos lectores- de Lewis Carroll y su fantasiosa Alicia con los pelos de punta e intrigadísimos con la idea de que leer al genio británico esté prohibido. Y entre ellos, me cuento yo. No cabe duda de que Diego Arboleda ha utilizado una estrategia inigualable de atracción: lo prohibido. Ya se sabe, si algo está prohibido, alienta más el deseo. Y no digamos entre los niños.

Sobre esa premisa de la prohibición, se arma una historia que no debe dejar indiferente a nadie, y en ese nadie incluyo tanto a pequeños como a adultos. Es cierto que como lectura cabría decir que su público esencial serían los niños entre los 6 y 8 años; pequeños lectores, primeros lectores muchos de ellos, que descubrirán aquí una historia de lectura sencilla, vocabulario totalmente accesible, llena de humor y fantasía, y con la guinda de unas ilustraciones atractivas y que captan con perspicacia el espíritu del texto. No cabe duda de que el matiz “retro” de los dibujos de Raúl Sagospe, para ilustrar una historia ambientada en los años 30, es una decisión acertadísima; pero es que además esos dibujos cumplen la siempre deseable premisa de hacernos ver de forma directa las expresiones y comportamientos de unos personajes que cobran aún más vida cuando los encontramos aquí y allá en los numerosos diseños que pululan por el libro. Impagable -siempre lo recordaré- la cara de mis sobrinos cuando el libro llegó a casa. Inolvidable ver que se agarraron a él, a mirar sus dibujos y a disfrutar un poquito de la historia, sin apenas dejarnos a Mustis y a mí tocarlo. Algo tiene este libro que, sin duda, les atrapa.

Pero yo soy adulta, y como tal leí la historia. Es verdad que una trata de ponerse un poco en la piel de un niño y leer con ese espíritu, pero tristemente no puedes dejar de ser adulto y, en ocasiones, puede suceder que leas algo que te parece fantástico para un niño, pero no para ti. No es el caso. Ahí me tenéis, libro en mano, a altas horas de la noche, tratando de ahogar las carcajadas en la almohada para no despertar a mi marido. Efectivamente, el humor del texto es brillante, porque no se trata de reírse de chistes “para niños”: en Prohibido leer a Lewis Carroll los adultos nos podemos reír constantemente del cúmulo de situaciones brillantemente absurdas que pueblan la historia. No hablo solamente de las muchas peculiaridades de los personajes, aunque es de justicia destacar también que la caracterización de cada uno de ellos es simplemente perfecta, porque no deja dudas de quién es cada uno: la patosa y atolondrada institutriz francesa, los estirados padres de Alicia, la fantasiosa niña rubia, el extravagante tío que se pasa más de la mitad del libro colgado boca abajo... pero lo que más nos hace reír a los adultos, es que Diego Arboleda ha conseguido algo que es muy difícil de lograr en un libro infantil, pero siempre muy deseable: que agazapada, escondida entre las líneas, así como de soslayo y sin que casi nadie se de cuenta, está la crítica y, con ella, la enseñanza. El autor nos enseña el absurdo del mundo de unos adultos, muchos de ellos además pertenecientes a la aristocracia, que prefieren la mentira y la apariencia antes que permitir que una niña desarrolle su imaginación. Así, de algún modo la tesis del libro va quedando clara: la “mentira” de las ficciones de Lewis Carroll, el absurdo con que pinta su País de las Maravillas, son solamente modos de enseñarnos a dejar volar nuestra imaginación, permitirnos la libertad de crear, como la Alicia de este libro hace a escondidas. Sin embargo, la mentira que los padres de Alicia exigen a su institutriz (¡¡Prohibido hablar, leer a Lewis Carroll!!) es fruto de una mente obsoleta, anclada en la tradición y en el más retrógrado concepto de obediencia y disciplina.

La historia, con todo esto, es irrepetible. Un libro difícilmente mejorable, que trae en las manos ecos de la maravillosa Mary Poppins e, incluso, de la sufrida Matilda. Los referentes, no podéis negarlo, son inigualables. Todo un alegato en favor de la infancia como espacio para el entretenimiento, la fantasía, la creación, y la lectura, frente a un mundo “carca” y de moral cuestionable. Muy actual, ¿no? Yo, de vosotros, no me lo perdería.
Enlace: http://rustisymustis.blogspo..
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