—Pero no hemos sido justo con Jörn, ¿no es así? —confesó. Sabía que a él también le había asaltado ese pensamiento en otras ocasiones, pero siempre había sido más fácil para ella expresar las emociones—. No he sido la madre que hubiera querido ser, no he tenido esa oportunidad. Ojalá hubiéramos roto esa injusta ley del exilio. Ese fue nuestro castigo, no tendría que haber sido el suyo también. Y ahora que Jörn acaba de llegar, ahora que podríamos estar de nuevo juntos, tiene que volver a marcharse.
Saghan la acarició, compartiendo su pesar.
—Esa ley está grabada en piedra, nadie puede cambiarla, ni siquiera nosotros. Y, además, era necesario. Ya me lo advirtieron una vez: un rey antes que un hombre.