Siento que terminar este libro es un hito de lectura, como cuando leí el Quijote, el Ulises o la Divina Comedia. Regresé a algunas historias muy conocidas para mí y descubrí otras del todo desconocidas. Lo que me resultó más interesante de la lectura es que a medida que iba pasando de una historia a otra todo el tiempo me venían a la mente los cuentos de los hermanos Grimm. Las estructuras narrativas, los tópicos del hijo extraviado, del viaje, de la honestidad, la mentira y la astucia, el rol de sumisión de la mujer, la magia que transforma hombres en animales, los palacios suntuosos hechos solamente de oro, plata y gemas... Todo me remitía a ese otro grupo de historias tan lejanas en tiempo y espacio. Por supuesto, hay diferencias fundamentales marcadas por las culturas orientales en que se originan estos cuentos: la omnipresencia del comercio y los viajes extensos como fuente de riqueza y ascenso social; las referencias al islamismo y a las peregrinaciones a la Meca; la aparición de genios en lugar de hadas. Pero hay algo en esas formas de contar que parece ser atávico y trasciende las fronteras, en este caso, de oriente y occidente. Disfruté mucho la lectura y me gustaría en algún momento realizar algún abordaje más teórico para profundizar mi entendimiento de ciertos aspectos del texto.
|