(…) La atracción que sentía por él le parecía tan inapropiada en tantos sentidos que no se veía capaz de enumerarlos todos.
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(…) La atracción que sentía por él le parecía tan inapropiada en tantos sentidos que no se veía capaz de enumerarlos todos.
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Una disculpa implica arrepentirse de algo que se ha hecho. Si me disculpo, significa que, de haber podido hubiera hecho las cosas de otra manera. Sin embargo, no cambiaría ni un ápice de mi relación contigo
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Tal vez no fuera de buena educación, pero sí que era divertido.
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El peligro y la acción... forman parte de ti. Son parte de lo que me atrajo de ti. No me lo arrebates
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(…) Estoy empezando a pensar que nunca me casaré y me he planteado la idea de usar mi dote y mi herencia para instalarme sola en algún sitio. Georgina será presentada en sociedad este año y va a ser muy popular. Y… yo…. —Se le llenaron los ojos de lágrimas y se atragantó con un sollozo.
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¿Qué hacía, preguntándole ese tipo de cosas? No importaba que fuera el hombre más atractivo que había conocido en la vida ni que se descubriera deseando que llegara su siguiente encuentro con su profunda conversación. No obtendría nada de esa relación. Aunque fuera un caballero arruinado, tendría que ser ella quien diera el primer paso. Él no podría cortejarla desde el vestidor de su hermano.
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(…) Era el sirviente más ilustrado que había conocido en la vida. Era el sirviente más raro que había conocido en la vida. |
(…) Su futuro estaba en las manos de un hombre al que jamás había visto, de un hombre cuyas amistades tampoco habían visto.
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La vida era extraña. Como sirviente, podía llamar a su puerta, quedarse a solas con ella en una estancia o incluso acompañarla en alguna salida, pero no podía hablar de igual a igual. El inesperado regalo de las cartas le ofrecía una oportunidad para hacerlo. Seguramente fuera una bajeza por su parte jugar con ella. Desde luego que no era propio de un caballero. Sonrió mientras el sueño empezaba a hacer mella en él. Tal vez no fuera de buena educación, pero sí que era divertido. |
Su carta iba camino de Londres. Alguien iba a verla. Era imposible ocultar semejante escándalo y no acabar siendo pasto de los cotilleos. No solo le escribía cartas íntimas a un hombre con quien no la unía relación o parentesco alguno, sino que había confesado que sentía celos de su hermana. Cualquier esperanza de obtener una mínimo de éxito durante esa temporada social se había desvanecido.
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La edad de la inocencia