»Pones mi mundo patas arriba. Te he dicho cosas que nunca tenía intención de compartir con nadie. Por ti he cambiado los planes que tenía. He bailado contigo. —Sonrió—. O al menos lo he intentado.
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»Pones mi mundo patas arriba. Te he dicho cosas que nunca tenía intención de compartir con nadie. Por ti he cambiado los planes que tenía. He bailado contigo. —Sonrió—. O al menos lo he intentado.
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(…) Puede que el amor fuera una apuesta con la que pudiera conseguir todo lo que deseaba para ella y su familia, pero tal y como podía atestiguar la mujer que dormía en la habitación contigua, también era una apuesta en la que se podía perder muy fácilmente.
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(…) debe de ser usted un ángel. —¿Soy un ángel? —Sí. Un ángel que ha venido a ponerme a prueba. Mi propia y tormentosa tentación. |
Griffith soltó un suspiro. —Pero yo no quiero cortejar a la señorita Breckenridge. —Sí quieres —declararon cuatro voces al unísono. —Descartar a parte de esa multitud debería darte el tiempo suficiente para que llegues a esa conclusión por ti mismo. —Georgina usó un dedo para remover las galletas que quedaban en un plato pequeño antes de escoger una de jengibre. —Harías bien en intentarlo —dijo Miranda, tomando una de las galletas que Georgina le había pasado—. A menos que decidas que lo que realmente quieres es un matrimonio sin amor. Porque a la señorita St. Claire no le interesas en absoluto. |
(…) Estaba claro que su excelencia estaba intentando aprovechar al máximo cada momento que podía tener con Frederica. Eso estaba bien. Le gustaba que alguien en Londres mirara más allá de la desafortunada nariz de su prima y viera lo maravillosa que era. Alguien que de verdad estuviera dispuesto a hacer algo al respecto. Cualquier envidia que estuviera sintiendo podía considerarse la penitencia que le tocaba cumplir por sumirse en una vida de engaño. La agonía de encontrar algo que podía aprender a querer, pero que nunca podría obtener, no era más que lo que se merecía. |
—Señorita Breckenridge, permítame decirle lo resplandecientes que son sus dientes. Si fuera un caballo, pujaría por usted hasta conseguirla. Isabella parpadeó, esforzándose por mantener la sonrisa a pesar de que empezaban a dolerle las mejillas. Sabía que en esa extraña declaración se escondía un cumplido, pero no tenía muy claro si quería saber cuál era. Lo único que podía hacer era dar las gracias por no ser un caballo y que la condujeran al salón de subastas para terminar siendo propiedad del mejor postor. |
Tendría que haberse dado cuenta de que cualquier pacto con el diablo siempre esconde más de lo que en un principio parece y ahora estaba inmersa en un profundo lago de mentiras y medias verdades. Abrió el estuche y volvió a mirar las joyas. Tan brillantes, tan relucientes… y tan falsas como ella. Aunque servían para un propósito, igual que ella. Cerró la tapa con decisión y apretó el estuche contra su pecho. |
La leyenda de Sleepy Hollow es un relato corto de terror y romanticismo, se desarrolla en los alrededores de...