- ¡Qué flor tan bonita! -exclamó la mujer, y depositó un beso en aquellos pétalos rojos y amarillos. En ese mismo instante, la flor se abrió con gran estruendo. Ahora se veía que era un tulipán de verdad, pero en su interior, sentada sobre el fondo verde, había una niña pequeña, linda y delicada, no más alta que un dedo pulgar. Por eso la llamó Pulgarcita.
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