Baladas del dulce Jim

Óliver me insiste en la lectura de una obra que no recordaba como tal, quizá porque la leyera en su edición de A imagen y semejanza, en la que se reunían los tres poemarios - el que hoy nos ocupa, No time for flowers y Call me stone, publicados entre 1969 y 1972-. Guerrero sabe mucho de literatura y también de emociones, así que, aunque el trabajo me absorba, acepto la prescripción. La disfruto. Y la comparto.

Baladas del dulce Jim (Bartleby Editores, 2010), de Ana María Moix, fue publicado por vez primera en 1969, contando la autora con veintidós años. Manuel Vázquez Moltalbán se encarga de divertir, y divertirse, con un prólogo propio del grupo literario del que formarán parte, con elementos intertextuales, referencias pop y experimentación. El título ya es un regalo: «Contribución al estudio hipercrítico de las relaciones entre poesía y libertad cultural, al margen de cualquier desteñida apreciación sobre la dimensión sociológica de la literatura de exportación».

Ana María Moix, miembro de la Gauche Divine barcelonesa en una España aún oscurecida por la dictadura, invita al lector al juego. En sus versos se refleja esa niña que fue y está dejando de ser, la curiosidad del mundo que se abre a esta novedad juvenil y también el duelo por esa infancia perdida, por aquellos lugares a los que ha de ser imposible volver. Llena de humor, de socarronería, pero también sensible, cómplice. Cinematográfica.

Incluida por José María Castellet en la ya mítica antología Nueve novísimos poetas españoles (1970), abandonó pronto la poesía, aunque nunca dejó de escribir. Quizá porque, como afirmaba en su correspondencia con Rosa Chacel, quien le dijo un día que seguramente nació escribiendo; ella responde: «Ahora sé que sólo puedo escribir y que quiero escribir y que me gusta». Y yo solo quiero leerla. Gracias Óliver.
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