Nuestra amistad era como el amor, un asombro que crecía.
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Nuestra amistad era como el amor, un asombro que crecía.
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El sexo como el reencuentro con el útero materno, la preconciencia, el placer puro de no saberse mortal e imbécil.
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Cuando una se levanta por la mañana nunca sabe que ese día va a ser el día en el que tu vida se va a la mierda. El día uno de todo lo demás. Si al menos se supiera, si estuviera encerrado en rojo como los día santos, podríamos anticiparnos, alejarnos, protegernos. Los día se suceden a las noches y, en medio de esa danza vieja como el tiempo, en la casa de una mujer se mete la oscuridad.
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Con sus guantes negros y su cigarrillo en la comisura de la boca parecía un matarife
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Aprendí muy chica a no importunar al hombre enojado, al hombre bebido, al hombre desconocido, al hombre
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La medida de la distancia de la familia es la medida del dolor de la familia
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Como agua para chocolate