Hay personas que nacen para ser amadas. Otras nacen para amar. Algunas pocas tienen la suerte de nacer para amar y ser amadas, como Rodrigo, mi jefe, y Gala, su casi esposa. Y luego estoy yo, que nací estrellado. No valgo para ser amado, soy demasiado superficial para que nadie se fije en mí más allá de mi cara bonita y mi físico imponente. Y tampoco valgo para amar. No sé hacerlo. Me entrego sin medida y no soy capaz de discernir si la persona a la que amo es buena para mí. Si no me va a hacer daño. Si no me va a romper.
Me he enamorado una vez y no quiero volver a hacerlo nunca más.
Duele demasiado.
El amor es peligroso. Te desgarra, te destruye, te cambia.
Me enamoré y ella me rompió. Destrozó mi mente, usó mi cuerpo, acabó con la persona que yo era y me convirtió en alguien que no soy.
He tardado casi un año en aprender a ser yo mismo otra vez. Un yo extraño al que me cuesta reconocer. Un yo diferente del que era pero que, aun así, consigue caminar con la cabeza erguida y mirar a los ojos a la gente. Y no pienso arriesgarme a que el amor vuelva a destruirme, porque no creo que esta vez consiguiera resurgir de mis cenizas.
+ Leer más