No es un río

No es un río parece una lectura tranquila, de esas de las que apenas sabes de qué hablar una vez terminadas. En ese sentido es una novela engañosa, como lo son el río y el monte cuando la luz se extingue y quedas completamente expuesto a la naturaleza en su estado más crudo.

Pese a ser un texto de apenas 140 páginas, he diferenciado al menos dos partes en las que podría dividirse. La primera es quizá la más confusa pero es en la que se nos empiezan a perfilar los personajes, la argentinidad en la punta de la palabra. En esta primera parte, todavía no somos capaces de conectar del todo los hilos que unen a los diferentes habitantes de la isla, pero ya comenzamos a notar cómo nos interesa esa pretendida normalidad en la que viven.

En la segunda parte, las historias comienzan a entrelazarse y ahí te das cuenta que ya estás atrapado, ya has vislumbrado casi completamente que el río es una presencia callada que sin embargo vertebrará carnalmente el destino de los personajes. Unos personajes que con pocas pinceladas consiguen una misteriosa gama de perspectivas que te dejan una impresión favorable.

Es una lectura que involucra a la mayoría de los sentidos, podemos casi sentir el grito de la chapa metálica hiriéndose bajo el sol, el polvo, el humo, el olor y la negrura del bosque y del río.

Pese a todo lo anterior creo que es una lectura que puede pasar bastante desapercibida, como unos ojos acechantes en la seguridad del escondite que, finalmente, optan por no revelarse. de hecho, aunque tiene puntos interesantes no creo que perdure en mi memoria más que como una lectura agradable pero sin apenas trascendencia.

Selva Almada ha creado un pequeño universo agotado en sí mismo tras el punto y final pero que permanece incompleto en tu imaginación. Quizá era esa su intención o quizá no. Pero sí me parece que es una autora interesante a la que merece la pena seguirle la pista.