No es un río

Descubrí a la autora hace dos años con “Ladrilleros” y me había quedado con ganas de más. Creo que lo más impactante de la narrativa de Almada es cómo logra construir una atmósfera muy particular, por un lado usando la geografía y el clima del litoral, ese calor pegajoso y asfixiante y esa naturaleza deslumbrante pero también amenazadora. En esta novela el paisaje es un personaje más; tanto así que aparece como una entidad viva y con voluntad propia: “Ese hombre no es de este monte y el monte lo sabe. Pero lo deja. Que se meta, que se quede el tiempo que le lleve juntar leña. Después, el propio monte va a escupirlo, los brazos llenos de ramas, otra vez hacia la orilla.”

Por otra parte, es un universo predominantemente masculino, que reedita de forma muy particular el de los cuchilleros de Borges. Hay hombres que pelean, a veces por cuestiones territoriales, y otras veces por cuestiones sentimentales, manifiestas o no. Los protagonistas de la novela, Enero Rey y el Negro, acompañan a Tilo, el hijo adolescente de su fallecido amigo Eusebio, en un viaje de pesca a una isla del Paraná. En ese viaje enfrentarán algunos de sus demonios y culpas, reeditarán los lazos que los unen, y cometerán un error que les costará caro con los habitantes del lugar. Todos esos aspectos están entrelazados con maestría por Almada en una prosa despojada, lenta, como el transcurso del tiempo a orillas del Paraná. Si aún no han ingresado en el universo Almada, se los recomiendo mucho.

No es un río parece una lectura tranquila, de esas de las que apenas sabes de qué hablar una vez terminadas. En ese sentido es una novela engañosa, como lo son el río y el monte cuando la luz se extingue y quedas completamente expuesto a la naturaleza en su estado más crudo.

Pese a ser un texto de apenas 140 páginas, he diferenciado al menos dos partes en las que podría dividirse. La primera es quizá la más confusa pero es en la que se nos empiezan a perfilar los personajes, la argentinidad en la punta de la palabra. En esta primera parte, todavía no somos capaces de conectar del todo los hilos que unen a los diferentes habitantes de la isla, pero ya comenzamos a notar cómo nos interesa esa pretendida normalidad en la que viven.

En la segunda parte, las historias comienzan a entrelazarse y ahí te das cuenta que ya estás atrapado, ya has vislumbrado casi completamente que el río es una presencia callada que sin embargo vertebrará carnalmente el destino de los personajes. Unos personajes que con pocas pinceladas consiguen una misteriosa gama de perspectivas que te dejan una impresión favorable.

Es una lectura que involucra a la mayoría de los sentidos, podemos casi sentir el grito de la chapa metálica hiriéndose bajo el sol, el polvo, el humo, el olor y la negrura del bosque y del río.

Pese a todo lo anterior creo que es una lectura que puede pasar bastante desapercibida, como unos ojos acechantes en la seguridad del escondite que, finalmente, optan por no revelarse. de hecho, aunque tiene puntos interesantes no creo que perdure en mi memoria más que como una lectura agradable pero sin apenas trascendencia.

Selva Almada ha creado un pequeño universo agotado en sí mismo tras el punto y final pero que permanece incompleto en tu imaginación. Quizá era esa su intención o quizá no. Pero sí me parece que es una autora interesante a la que merece la pena seguirle la pista.

«Este hombre no es de este monte y el monte lo sabe. Pero lo deja. Que se meta, que se quede el tiempo que le lleve juntar leña. Después, el propio monte va a escupirlo, los brazos llenos de ramas, otra vez hacia la orilla».

Leer «No es un río» me llevó de viaje a la isla, al monte, a las aguas del río. En sus páginas respiré los aromas de la humedad de la ribera entre casuarinas y aguaribayes, timbós y alisos, el olor a pólvora y damajuanas, el calor del verano, el humo del fuego y los cigarrillos. La prosa de Selva Almada es un río que fluye con una cadencia poética. Mezcla las aguas del pasado y el presente, la realidad, los sueños y los mitos populares. Con un lenguaje litoral te transporta a la orilla del río, al encuentro con la vida de la isla.

Esta novela retrata un paisaje. El entorno isleño es el gran protagonista de estas páginas. En él, diversas historias se entraman en un universo de masculinidades y violencias naturalizadas. Enero Rey, el Negro y Tilo, el hijo de Eusebio, el amigo fallecido, llegan a pescar a la isla. El respeto a la naturaleza se impone. Los isleños se enfrentan con los continentales y escupen a quienes no cuidan y pertenecen al río. El silencio y la ambigüedad se respira, un extrañamiento nos deja abierta la corriente que entremezcla realidad y fantasía. Este libro es sobre la amistad, los lazos que unen y distancian, el fuego que transmuta el dolor.

«No son solamente árboles. Ni yuyos.
No son solamente pájaros. Ni insectos.
El quitilipi no es un gato montés aunque de repente pueda parecer.
No son unos cuises. Es este cuis.
Esta yarará.
Este caraguatá, único, con su centro rojo como la sangre de una mujer.
Si alarga la vista, donde la calle baja, llega a ver el río. Un resplandor que humedece los ojos. Y otra vez: no es un río, es este río. Ha pasado más tiempo con él que con nadie».

Y por tercera vez, la autora me cautiva con otra de sus novelas. La capacidad que tiene Almada para arrollar emocionalmente al lector en pocas páginas es extraordinaria. No necesita florituras para construir a sus personajes, son sus acciones quienes nos dibujan un perfecto retrato de su personalidad.

En esta ocasión, dos amigos que han sufrido la pérdida de un tercero, llevan de pesca al hijo del mismo. Mientras pasan la velada al otro lado del río, van recordando anécdotas y experiencias del pasado. A su vez conoceremos a otros habitantes del lugar que arrastran sus propias heridas.

He devorado este libro, no por su corta extensión sino porque como mencioné, la autora tiene una enorme habilidad para remover y una sensibilidad exquisita. Ninguna de sus obras te dejará indiferente.

Desde que tuve la ocasión de descubrirla con “ladrilleros”, me propuse conocer toda su bibliografía, y hasta la fecha me sigue atrapando. de verdad, es una autora que hay que leer.

Es una novela breve que parece muy simple a primera vista, pero cuya trama y subtramas se van entrelazando para darnos a conocer personajes complejos y muy bien retratados.
Disfruté de armar las historias porque están contadas de manera fragmentaria y anacrónica, lo que exige de un lector atento que vaya ubicando las partes en el rompecabezas de la novela.
La narración es perfecta. Se mezclan el realismo y lo sobrenatural, lo que es, lo que parece, lo que no es, como el río que es río, pero que no es un río, o no es solo un río.
Muy recomendada.