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Crítica de casadarebolta


casadarebolta
10 September 2021
Hay algo mágico en la pluma de Isabel Allende. Quizá sea esa fogosa imaginación que tiene, esa mediúmnica capacidad de metamorfosear aquello que ha vivido y que le rodea, extrayendo de esa alquimia algo más preciado que unos recuerdos; quizá sea su destreza para diseñar personajes fascinantes, cuya vida de novela navega entre lo imposible y lo real, y cuyas pasiones (siempre entregadas) los desgarran y los justifican.

Fruto de su época, Isabel Allende es quizá una de las últimas grandes voces del movimiento latinoamericano. Lo es en su libertad, pues su propio periplo vital no ha podido ser más extraño a la labor literaria, y sin embargo se ha entregado a ella con un fervor que sólo una mujer latinoamericana conoce y puede dar. Lo es en su temática, mucho más política de lo que parece, pues es un grito por la libertad de vivir, de dejar existir, con sus aciertos y errores, con sus miedos y sus sinsabores y la belleza del momento; y lo es en su concepción, demasiada alejada de Latinoamérica para que en sus creaciones no planee siempre un velo de melancolía que aquellas obras nacidas en su seno no tienen ni de lejos.

Ignoro si Retrato en sepia nació de una idea global que arranca con La casa de los espíritus. Conociendo la carrera vital de la escritora (que nos regala en esa bello retrato de una persona, de un tiempo superpuesto y de un lugar único que es Paula, y en la recreación de Mi país inventado) me hace pensar que no. Sin embargo, en el arco vital que parte desde su transformación como escritora profesional (La casa de los espíritus) hasta Retrato en sepia, su talento y su experiencia hacen que transforme una novela-río en una novela-océano llena de originales giros, de personajes fascinantes y de mujeres, siempre mujeres, únicas. La trilogía en la que se ha transformado la historia que narra La casa de los espíritus haciéndola pasar por el alambique de Hija de la fortuna y que culmina en Retrato en sepia, permite ser leída de forma independiente pues su magia estriba en que sólo al final del último libro, que es Retrato en sepia (y que, paradójicamente, está ubicado por cronología en el centro de los otros dos), veamos que esas historias tiene todas un lazo común: el lazo de la sangre, de la historia contada y de su autora, que se arroja a una aventura de retratar mundos y personajes con la alegría de una adolescente enamorada.

Si bien Hija de la fortuna nos resulta un tanto excéntrica, pues está ubicada en un tiempo y lugar extraños para la carrera literaria de la autora, una vez conocida la ciudad en la que toma cuerpo esta novela (San Francisco a finales del S. XIX) nos damos cuenta de lo certero de su relato, de lo idóneo de su concepción. Retrato en sepia recupera ese terreno conocido y ese gusto por la exhuberancia y la rima perpetuamente inacabada de América Latina, esa esencia que enamora a todo aquél que pisa alguna vez sus tierras, y del que ella es una embajadora excepcional. Retrato en sepia es un viaje de retorno para seguir hacia adelante. Es una vuelta a las raíces de Chile con los ojos extrañados del viajero lejano, que ha vuelto pese al paso del tiempo, o quizá por el paso del tiempo, con otra mirada y otra concepción del mundo.

Todo fluye en Retrato en sepia: la acción, los personajes. Y todo encaja: es un libro que se lee con brío y con alegría, y que regala, con la mayor generosidad posible, el enlace final que une esas tres historias tan diferentes y únicas con una cadena que refulge como el oro en paño y que termina explicando un mundo singular y unos personajes maravillosos, salidos de la vida y del aliento de esta autora de calidad excepcional y que consigue, en momentos como éste, una cima difícil de igualar.
Enlace: https://juanramonvillanueva...
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