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Normalmente, cuando leo trilogías o sagas me gusta espaciar las lecturas para reposar los personajes, los sucesos y cada historia. Pero, al igual que me pasó con Samuel Bjork y El Búho, después de terminar la segunda parte de la Trilogía del Zodiaco, no pude resistirme a estar más tiempo sin saber qué le deparaba al inspector Max Medina y compañía. Con un nuevo caso en el horizonte para el inspector de Homicidios, Ricardo Alía nos sume en una historia que promete ser trepidante desde el inicio. La estructura empleada para el desarrollo de la novela no difiere de la de los dos anteriores libros. A través de capítulos relativamente cortos, el escritor donostiarra divide los acontecimientos por días, años y, cuando es necesario, por lugares. Pese a que la trama se desarrolla en tiempo presente, sí se producen saltos temporales al pasado para ubicar al lector y hacerle comprender determinados contextos y sucesos que unir y entrelazar hasta llegar al desenlace final. Respecto a la temática, cabe destacar que es una novela negra en toda regla. Con sus bajos fondos y una pincelada crítica, descubrimos diversos subtemas en los que Alía se apoya para crear una historia férrea e inquebrantable. El amor, el miedo, la ilusión y, sobre todo, el enjuiciamiento social se cuelan para deleitar los sentidos de todo aquel que, como yo, se lanza a esta odisea de letras. Llegados a este punto, querría desgranar la evolución que hay entre esta tercera parte y las dos anteriores respecto a los protagonistas. Ricardo lleva a cabo una conducción psicológica de los mismos envidiable y digna de elogio. No hay color. Si bien cuando terminé El signo del dragón había algún factor que me impedía empatizar con todos ellos, al leer tanto El vuelo de la serpiente como El salto del caballo se aprecia un cambio brutal y, a la vez, sutil y elegante a la hora de crear y dotar de vida a los personajes. Es indescriptible la conexión que he sido capaz de crear con los nombres que aparecen a lo largo de estas páginas. Era mi cuerpo quien hablaba y me sorprendía cuando, leyendo un capítulo, sentía y apretaba mi mandíbula debido a la tensión suscitada por sus acciones. O cuando sonreía al final de un diálogo debido a la ocurrencia de algún personaje. O cuando, a través de cada monólogo interno de determinado individuo (no diré la identidad para no destripar nada), el autor lograba suscitar una sensación de repugnancia en mí gracias a la tremenda fidelidad, veracidad y contundencia con las que construye su personalidad. Sin duda, he descubierto en el guipuzcoano un maestro a la hora de crear y orientar los pasos de las vidas que surgen de sus palabras. De esta manera, todo lo mencionado anteriormente fluye hasta desembocar en un ejercicio de narración exquisito. Todo va a la velocidad que tiene que ir. En ningún momento se cae en la precipitación y cada acción, reacción y repercusión siguen el tempo que deben seguir. Además, la fantástica ambientación, la originalidad a la hora de tejer la historia, la descripción de cada elemento en el que se centra y el confluir de los acontecimientos hacen del trabajo de Ricardo una auténtica delicia para los amantes del género negro. Por último, y a modo anecdótico, confieso que, cuando se hacía alusión a puntos como el cementerio de Polloe, las calles de Donosti y a los temas relacionados con ETA, acudían a mi mente ráfagas que me recordaban todo lo que disfruté con Patria, la (necesaria) novela de Aramburu. Por todo esto, es mi deber recomendaros esta fantástica trilogía y descubrir la obra de un autor que debería ocupar un puesto de cabecera en la cumbre del Thriller (por lo menos) nacional. Enlace: https://lacasadelnomada.com/.. |
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