Conocí a Sylvia Plath con "La campana de cristal" y recuerdo que me impactó mucho. Poco después, al saber un poco más de su vida, entendí mejor esa novela que me había transmitido tanto. Seguí leyendo algo de su poesía pero no ha sido hasta ahora, con esta biografía tan completa, que he podido descubrir más profundamente a la escritora y, sobretodo, a la persona. Paul Alexander ha hecho un trabajo de investigación y documentación impresionante. Realizó cientos de entrevistas a conocidos de Sylvia y consultó miles de documentos para contarnos desde los orígenes familiares de la poeta hasta lo que ocurrió después de su muerte. Pero no se limita a presentar información y datos ordenados sin más, sino que se acerca a la vida de Sylvia liberándola del mito y los prejuicios, del estigma que siempre la ha rodeado en cuanto a su salud mental, a su matrimonio, a su final... Y nos la muestra cercana y real, como la niña que fue, la estudiante, la poeta con sus miedos e inseguridades pero también con su aplastante talento, la mujer, la madre, la persona, con sus luces y sombras. 400 páginas que en ningún momento se hacen tediosas o pesadas, todo lo contrario, te sumergen en su historia y te hacen empatizar con ella, comprenderla, sentir su alegría y angustia, acompañarla en cada éxito y cada fracaso. Me ha encantado el enfoque, el respeto con el que la trata en todo momento, evitando emitir juicios de valor. Mientras iba leyendo buscaba alguno de los poemas que mencionaba y entonces sí, los he visto en su totalidad, a la luz de las experiencias que estaba viviendo Sylvia en cada momento y ufff... es que no tengo palabras. Son sobrecogedores y a la vez brillantes, el conjunto de todo me ha impactado y emocionado muchísimo. No puedo transmitir en este pequeño espacio todo lo que contiene este impresionante libro, solo puedo decir que creo que es imprescindible para complementar y comprender mucho mejor su obra, y también para acercarse y conocer de una forma justa la vida de una de las mejores poetas del s. XX. + Leer más |
El estadounidense Paul Alexander fue diagnosticado de poliomielitis cuando era un niño. Desde los 6 años comenzó a usar un pulmón de hierro, un cilindro que cubría su cuerpo mientras la presión del aire en la cámara forzaba el aire a entrar y salir de sus pulmones. Tras décadas conectado a este artefacto que el propio Alexander definía como "su amigo y su enemigo", ha muerto a los 78 años en Dallas, Texas.
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