Como es habitual en su literatura, la premio Nóbel bielorrusa Svetlana Alexiévich construye un relato coral de horror, heroísmo y supervivencia dándole voz directamente a los protagonistas. Esa técnica nos permite dar cuenta de todas las aristas de una catástrofe cuyas consecuencias son inconmensurables: las mujeres de los bomberos, que los vieron desintegrarse hasta morir; los ex combatientes de Afganistán puestos a fusilar mascotas en los pueblos abandonados; los ancianos que se negaban a creer que algo invisible como la radiación pudiera obligarlos a abandonar los campos que habían labrado sus ancestros; las madres de niños deformes que buscaban la ayuda de un estado que negaba el problema; el liquidador cuyo hijo de 4 años desarrolló un tumor cerebral por jugar con la gorra que su padre quiso conservar como recuerdo de los servicios prestados a la URSS. Todo habla de una catástrofe generada por la ambición del hombre por superar al hombre. Algo que lamentablemente vamos camino a ver cada vez más en el mundo... . . "Chernóbil. Ya no tendremos otro mundo más que este. al principio, cuando arrancaban la tierra de debajo de los pies, soltábamos este dolor nuestro sin más; pero ahora te invade la evidencia de que no hay otro mundo: de que no hay a dónde ir. La sensación de asentamiento trágico en esta tierra de Chernóbil. Una visión de mundo radicalmente distinta." |