Esta novela me ha confirmado lo que ya descubrí con Una madre: la manera de escribir de Alejandro Palomas es maravillosa. Es capaz de hacerte reír con las ocurrencias de Amalia y, dos frases después, emocionarte hasta llorar; de reconocerte en el amor que Fer y su madre sienten por R y Shirley, sus perros; de sentirte reflejado en las vivencias de una familia que, tras dos libros con ella, parece tuya. Me ha encantado volver a ver a Fer, a Amalia, a Silvia, a Emma, incluso a Ingrid, a los perros, ¡a todos!
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