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Crítica de Ferrer


Ferrer
01 November 2019
Vicente Aleixandre y Merlo nace en Sevilla el 26 de abril de 1898 y fallece en Madrid el 1 de diciembre de 1984. Académico de la Lengua, Premio de la Crítica en dos ocasiones, de porte distinguido y exquisitez en el trato, esforzado y detallista, curioso y discreto, germina para la literatura durante la obsolescencia del discurso literario modernista y el auge de la poesía pura, que ya ejercitan Lorca, Alberti y Guillén, es decir, la persecución de la esencialidad expresiva o la brevedad, el impacto emocional singularizado en una o varias imágenes, la potenciación de la sugerencia, la valoración de la intuición.
La editorial española Lumen ha publicado la Poesía completa de Vicente Aleixandre, en una imprescindible edición de más de 1.500 páginas que da a conocer siete poemas inéditos (respecto a la última compilación de 2001), además de incluir unas notas previas de Aleixandre a cada uno de sus libros. El Nobel español brota para la poesía a partir de la inesperada lectura de una antología a cargo de Andrés Fernández Blanco, que le descubre a Rubén Darío. Desde entonces, lee a autores como Bécquer, Joan Maragall, Juan Ramón Jiménez, Valéry, Rimbaud, Apollinaire, Novalis, Leopardi, Joyce, Baroja, Valle-Inclán, Machado, Azorín… Aleixandre, un maestro y un mentor con la pasión del conocimiento, hizo de puente entre los poetas del 27 y del 36 (además de apadrinar a algunos de los novísimos de manera intensa) y fue el engarce con el mundo poético que la dictadura franquista prohibía.
A partir de su primer libro Ámbito (1928), donde destacan los destellos del mar, el singular uso de la o imaginativa, la honda nota amorosa, la búsqueda de lo absoluto y la noche mística y oscura de raíz juanramoniana, las posibilidades del purismo poético no suponen un cauce para contener el caudal poético de Aleixandre, algo que sí logra el superrealismo de Pasión de la tierra, escrito en prosa entre 1928 y 1929 y publicado en 1935 (ordenaba sus libros por temática, no cronológicamente), y de Espadas como labios, escrito entre 1928 y 1931 y de un erotismo vitalista. El superrealismo es una revisión y visión personal del surrealismo bretoniano francés, casi una continuación de los declinantes creacionismo y ultraísmo, y en el fondo una huida de la realidad roma y castrante hacia otra realidad vedada, pero más verdadera, un modo de representar la crisis cultural que atenaza.
El antedicho Pasión de la tierra es un estallido contra la poesía aséptica y pura, intelectualizada y abraza un tono existencial y apasionado. Para Dario Puccini, dominan “los estados de ánimo oscuros e incoherentes, las breves alucinaciones y sobresaltos del sueño, las sombras extrañas y ambiguas de las cosas y la negación continua y obsesiva de los límites”. A su vez, el verso libre de Espadas como labios (1932) poetiza el enfrentamiento entre el amor y la muerte, entre la vida y la muerte, la naturaleza es exaltada e idílica y el amor reside en lo elemental al decir de Joaquín Marco. Tras estos libros y según José-Carlos Mainer, Aleixandre evoluciona a la “inmersión en lo natural, cercana al romanticismo de Hölderlin” y posteriormente “se encamina hacia una expresión fluyente y humanista, que quiso cercana al mundo real”. Vendrían, por mencionar algunos de ellos, libros como Mundo a solas (1950, pero escrito entre 1934 y 1936) y la versificación de un amor tormentoso, Sombra del paraíso (1944) y la pérdida de la felicidad arcádica y la defensa de la función colectiva de la poesía y de la concepción elitista del poema e Historia del corazón (1954), una secuencia reflexiva acerca del conocimiento con una plétora verbalista.
Diálogos del conocimiento (1974) es un libro denso y descarnado que recoge poemas desde 1966 hasta 1973, de estructura fragmentaria y reverberación del pensamiento, que percibe el mundo desde la intuición y la afectividad, definido por Gerardo Diego como un “libro de serenidad dibujada, cerrada en órbita”. El último libro de Aleixandre. Según Max Aub, la obra de Aleixandre es “opulenta, frondosa, de soledad llena de pájaros, enmadejada de plumas, destellos, de llamaradas barrocas”. El jurado del Nobel de 1977 justificó así su decisión: “Por una creativa escritura poética que ilumina la condición del hombre en el cosmos y en la sociedad actual, al mismo tiempo que representa la gran renovación de las tradiciones de la poesía española entre guerras”. Verso de Nobel.
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