"Todo el mundo sabe que va a morir, pero nadie se lo cree. Si nos lo creyéramos, haríamos las cosas de otra manera". Vuelve a leer la frase. Ahora interprétala. Léela otra vez. ¿Cambiarías algo? ¡Estás a tiempo! Es una de las muchas frases que subrayé de este libro, una de las tantas llenas de sentido y humanidad. Porque eso es este libro, un libro-humanidad (como si de género se tratara). No haré spooiler, solo diré que es la relación de un hombre y su profesor de la universidad cada martes mientras esperaban la muerte. ¿La muerte de quién? Pues la muerte, que siempre estuvo presente en un rincón, paciente y agazapada, segura. Coronando y presidiendo una relación entre dos personas que trasciende a todos. La muerte que nos espera, no hay individualidad en ello, somos hijos de la guadaña. Con mayor o menor ego, con mucho o menos bienes, con educación o ignorancia: es la realidad más segura que compartimos. Pero desechamos ese pensamiento y perseguimos ideales ajenos, culturas impuestas, cosas equivocadas, en una carrera hacia la nada en la que a mitad de camino, nunca hacemos la parada para las cosas importantes, las hermosas, las que verdaderamente nos completan. Y sobre este mensaje redunda todo el libro. Es una invitación a la reflexión, es una pausa, un oasis para la sed del caos. Se lee en un día. Si a una sola persona le ayuda a convertirse en su mejor versión, ya vale la pena. "Un maestro afecta a la eternidad, nunca sabe donde termina su influencia". + Leer más |