En el laberinto

Para entrar en el laberinto que traza Robbe- Grillet hay que olvidarse de la fórmula que nos enseñaron en la escuela sobre las partes constitutivas de un libro: introducción, nudo y desenlace. Puede que sirva para la mayoría de las novelas, pero en esta no. Y cuesta un poco despegarse de ella, mucho más si uno viene leyendo libros que la respetan al pie de la letra.

De todos modos, se puede recolectar un argumento que sufre variaciones y es, por lo tanto, bastante fragmentario. Hay un soldado, hay un paquete, hay una calle que encontrar. Y también hay (y eso es lo “nuevo”, lo que extraña al lector) una acumulación de descripciones de objetos sin sentido. O tal vez lo tengan. En el laberinto marea, rompe esquemas, cambia de escenarios abruptamente, de voces, oculta todo lo que uno quiere descubrir mientras lee. Puede llegar a ser frustrante muchas veces.

Me enteré de que Robbe- Grillet se inscribe en la lista de autores que ya no usan las locaciones, los muebles y las cosas en general como un relleno de la novela que se mimetiza con los personajes, como sucede en Balzac. Los objetos están ahí (no lo digo yo, lo dice él en Por una novela nueva ) porque el hombre los creó y piensa en ellos todo el tiempo. Se puede estar de acuerdo o no, pero tiene su lógica y es para tener en cuenta.

Personalmente, me encantó. No me cruzo habitualmente con libros como estos y me dieron ganas de que fuera diferente. Por lo pronto, sé que quiero leer En el laberinto otra vez… y fijarme si puedo salir de él con más facilidad.