La muerte tiene aristas alargadas y muy afiladas. Llega a cualquiera y en cualquier circunstancia. Siempre inoportuna, nunca es bien recibida y nadie está a salvo de ella. Puedes protegerte y ser precavido, pero, si lo desea, te terminará alcanzando. Siempre lo hace.
La vida, en cambio, es redondeada, con continuas curvas que nos lanzan arriba y abajo en función de muchos factores. Saber disfrutar de los buenos momentos y aprender a esperar con paciencia en los malos es la receta que tratamos de seguir para abrazar ese sentimiento tan escurridizo que es la felicidad.