Yamilia

Louis Aragon dijo que Yamilia era la historia de amor más bella del mundo. Sin embargo, la dimensión del amor va mucho más allá que el simple romance. El amor adquiere su significado más amplio, desde la representación tangible en la tierna historia de dos adolescentes, hasta el deber y los vínculos familiares. Pero también está presente en su expresión más abstracta, como puede ser el afecto y el apego por la tierra que nos vio nacer y crecer o el amor por el arte y el proceso de creación artístico.

El narrador es Seit, la voz afectuosa del único hijo varón que no se ha ido a la guerra, uno de tantos dzhiguits forzados a crecer. Él es el observador del paisaje, de su pueblo, de su familia, y, sobre todo, de la calmada y lenta evolución de la relación entre Yamilia, su hermana política, y el misterioso Daniyar. Pero esta historia es el pretexto utilizado por el autor para retratar la vida de una pequeña aldea kirguiza en 1942, para mostrar la belleza de la tierra a pesar de los horrores de la guerra, para describir el encanto de la vida frente a la muerte que se escucha y para reflejar la irrupción del arte en en alma humana.

En la narrativa de Chinguiz a veces dicen más los silencios que las palabras. En su relato, la música traspasa las páginas y llega hasta los oídos de la lectora, esa canción de las montañas y de las estepas que alza el vuelo y se extiende libre. El autor, en solamente noventa páginas, crea un ambiente que te atrapa y cuya belleza dificulta no esbozar una sonrisa. Por Yamilia y Daniyar, por la baibiche, por Seit y su talento, por la belleza de lo que leemos y por la esperanza.

«Yamilia», de Chinguiz Aitmátov, o cómo una historia de menos de cien páginas puede atraparnos igual o más intensamente que el más largo de los relatos.

Yamilia es una joven kirguiza que vive con su familia política mientras espera el regreso de su marido del frente, es 1942 y Kirguistán forma parte de la antigua Unión Soviética. Siempre acompañada de su hermano político Seit, Yamilia es el vivo ejemplo de mujer fuerte e independiente que se sale de los cánones establecidos y que siente que le atan cadenas invisibles que le pesan demasiado.

Cargado de una gran sensibilidad y una belleza conmovedora, este relato nos lleva de viaje a través de las estepas kirguizas de una forma tan intensa que se vive como si pudiéramos llegar a sentir el polvo del camino, el frescor del agua, la dureza del trabajo o el contacto entre los personajes. Unos personajes increíbles, intensos, carnales, a quienes el estilo poético del autor otorga gran profundidad haciendo que el lector sienta una gran empatía por ellos prácticamente desde el principio. La fuerza de Yamilia, la dulzura de Seit o la timidez de Daniyar consiguen calarnos hasta los huesos; es increíble cómo Aitmátov logra hacer que nos familiaricemos tan rápido y tan intensamente con ellos en tan pocas páginas.

Más que una historia de amor, que también lo es (aunque no sea una historia romántica al uso), yo diría que es un alegato contra las convenciones sociales y las tradiciones culturales kirguizas de la época, una llamada de atención y un intento por colocar el foco en el papel que a lo largo de la historia se le ha obligado a interpretar a la mujer, porque al final se trata de eso, de la historia de una mujer a quien no se le permite ser quien desea ser.

Vívida, intensa, vibrante, evocadora… pocas veces me he sentido tan inmersa en una historia tan corta, te cala tan profundamente que terminas el relato con la sensación de llevar días leyéndolo (a pesar de que se lee en un ratito). Jamás he estado en Kirguistán, pero me he sentido allí a través de la escritura de Aitmátov.

Qué ambientes, qué personajes… Leed Yamilia.
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Me gusta que la literatura me haga viajar, imaginar. Soñar con otros lugares, paisajes y sonidos desconocidos. Me gusta que me cuenten historias de otras épocas, de otros sitios, de otras vidas.

«Yamilia» nos transporta a las estepas de Asia Central, a una pequeña aldea en el norte de Kirguistán y cerca de la frontera con Kazajistán. El país lleva tres años en guerra, y en este pequeño pueblo se nota porque donde antes había hombres, ahora solo quedan mujeres, niños, y aquellos que han vuelto de la guerra con heridas.

El narrador es el pequeño Seit, quien nos cuenta la vida en su aldea, el trabajo en los campos, la jerarquía de su familia, tanto la que vive en la Casa Grande, como en la Casa Pequeña. le encomiendan llevar sacos de grano destinados a la batalla junto a la persona que más adora: Yamilia, su cuñada. Trabajadora y honesta, la audaz Yamilia le acompaña cada día en un duro viaje a caballo por las montañas. Junto a ellos viaja Daniyar, un exsoldado callado y tímido que evita hablar de su pasado en la batalla.

La historia que se entreteje es sencilla. Estamos ante una novela llena de descripciones, casi costumbrista, donde el amor y la inspiración nace de la tierra, de sus paisajes y de sus canciones. de fondo, la indómita naturaleza: una gran llanura bajo las estrellas de verano, el atardecer rojo de un sol furioso sobre los pastos, el bramido del agua que cae en pendiente y que oculta la soledad de nuestros protagonistas.

El poeta Louis Aragon dijo de esta novelita que es «la historia de amor más bella del mundo». No creo haber leído suficientes como para afirmar tal cosa, pero lo que sí sé es que es un cuento precioso, lleno de intuiciones, de color, y de inspiración, que nos hará desconectar del mundo para enseñarnos el que había en Kirguistán hace 80 años.

La edición de Automática es exquisita, cuidada, y fruto de un gran trabajo en equipo.

«Yamilia» es, en conclusión, un libro cortito para leer en una tarde de lluvia. Una obra para acercarnos a Kirguistán y a su literatura, y para hacernos soñar.

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Desde el punto de partida de un cuadro muy especial para él, un artista nos cuenta su historia. Una historia de amor en un mundo en guerra. La visión del narrador me ha gustado mucho, pues siendo partícipe de lo contado, consigue transmitir no solo sentimientos que evolucionan, sino también el punto de vista poético de un pintor.

No sabía mucho qué esperar del libro (sigo evitando leer sinopsis) pero lo he disfrutado igualmente. Quizás no sea un libro inolvidable y aún así, varios días después de haberlo terminado, recuerdo aún ese aspecto más lírico de la narración.

Yo aconsejaría leer el prefacio de Aragón solo después de la lectura de esta pequeña novela: Él quiere vendernos la novela como "la historia de amor más bella del mundo", lo que no es -
De hecho es una bonita historia.
En una sociedad regida por tradiciones (capaces de resistir sin problemas al sistema soviético ), algunos individuos tienen el alma lo suficientemente grande para trascender la carga de las realidades sociales, es el caso del joven narrador, de su "cuñada" y del soldado herido...