Continuación de ideas diversas

“Te comprendo. ¿Quién soy yo para criticarte?”, dice el bien pensante. Si pensara mejor todavía diría: “Te critico. ¿Quién soy yo para comprenderte?”. En efecto, me parece que comprender, efectuar la aprehensión intelectual, es más presuntuoso, más paternalista, más intrusivo, que arriesgar una crítica. La crítica tiene una humildad, en tanto arriesga, desnuda y pone al descubierto, a la intemperie, el entramado intelectual que sostiene el yo del crítico.

Cuando oigo a alguien apreciar las diferencias y calidades de los whiskies: ahumados, amaderados, frutales... me siento por completo distante. A mí lo único que me importa del whisky es su efecto: despreocupación, desinhibición, sueño.
No sé si influido por lo que me pasa con el whisky, o por una disposición natural en mí, en la literatura también voy al efecto, y me son indiferentes las apreciaciones sobre la calidad de la escritura.

El viejo síndrome de la Página en Blanco ha muerto. Lo mató la computadora (...)
Los llamados "nativos digitales" (...) tienen un nuevo síndrome al que hacer frente, el de la Página Llena, porque efectivamente la pantalla de la conputadora está cubierta con toda la información y la literatura y el arte del mundo, y es muy difícil poner algo más.

La superioridad de la literatura sobre las demás artes radica justamente en las demás artes. La literatura las incluye, trabaja con sus mecanismos (...)

FONTANELLE: "Il n'est point de chagrin qui tienne contre une heure de lecture"."No hay pena que se resista a una hora de lectura".Suena a verdad, al menos para algunos: el remedio universal a tristezas, preocupaciones y otros desánimos.